Nada en el mundo del arte, y por ende del cine, que ser sorprendido. Nada como poder disfrutar de una obra original, diferente, creativa y llena de novedad. Poder visionar algo no visto anteriormente. Algo no experimentado con anterioridad. Dejar llevarse por experiencias innovadoras, sorprendentes y que te dejen boquiabierto, por eso de que nunca en filmes anteriores habías visto algo igual. Bendita sensación esa la de la singularidad.
¡Ah!!, pero cuidado, amigos, con eso de intentar dejar al público atónito, perplejo, anonadado, asombrado y con gesto exclamativo, pegado a la butaca tirando de lo novedoso, de lo atípico, de lo no convencional, porque a veces el tiro puede salir por la culata y el objetivo puede quedar muy lejos de ser alcanzado, produciéndose, incluso, el efecto contrario. La nadería, el vacío e, incluso, hasta el ridículo. Con esta sensación salgo de las dos últimas películas que veo. Aunque valoro su osadía y riesgo, no me convence ninguna.

“No te preocupes, querida”. / “Don´t worry, Darling”. (Dir: Olivia Williams):
Salgo contrariado, con una sensación rara, de la muy comentada últimamente, por chismorreos ajenos a lo puramente fílmico en el mundillo del largometraje, “No te preocupes, querida”. Su primera hora me engancha a más no poder y siento estar viendo no sólo una obra de lo más cuidada audiovisualmente y desde el punto de vista de producción (es impecable en ese sentido), sino muy entretenida y aparentemente interesante. A eso se une el protagonismo absoluto de la siempre magnética y fantástica actriz Florence Pugh.
Lo que cuenta tiene su aquel. Un matrimonio. En plena efervescencia pasional. Viviendo en una especie de comunidad idílica experimental y utópica, en plenos años 50, en la que él todos los días sale a ganarse el pan (se supone que trabaja en ingeniería), mientras ella cuida del hogar y espera a la vuelta de su maridito para entregarse a él en cuerpo y alma, así como, en su tiempo libre, se relaciona con el resto de “casi clónicas” vecinas. Todo es aparentemente perfecto. Ideal. Harmonioso. Hay pasión, cariño y entendimiento, en su adorable concepto de pareja. Todo va bien hasta que ella empieza a sentir cosas que no le acaban de encajar. Empezará a investigar. A salirse de la norma. Su curiosidad provocará que todo su mundo “de película” se desmorone y que, de este modo, empiece a comprobar que nada es lo que parece. Que hay truco en tanta magia. Y hasta ahí puedo leer…
Empieza, como digo, bien. Pero lo que atrapa en un principio, deviene en una pesadilla distópica, de explicación nada convincente y de falsa originalidad, que no hay por dónde coger. Lo que pretende ser el no va más, se queda en intento fallido de ingenio, dejándote una sensación amarga nada disfrutable, con ínfulas metafóricas en torno a la anulación de la mujer en este mundo patriarcal (o eso creo). Tanto la temática como la idea podrían haber dado lugar a una gran peli. No lo consiguen. Una pena. Prometía. Se queda a medio gas.
Eso sí, es de lo más entretenida, de gran belleza visual y tiene a una Florence Pugh pletórica y entregada que me fascina de principio a final. Deseándola ver en más y más proyectos. Es una auténtica estrella.
Imperfecta. Engañosa. Fallida. Maldita originalidad.

“Crímenes del futuro”. / “Crimes of the future”. (Dir: David Cronenberg):
Y si de la película de Olivia Wilde (directora de la que os recomiendo encarecidamente su ópera prima “Súper empollonas”) salgo a medias, de la nueva de Cronenberg, inclasificable y radical autor canadiense, salgo casi en “shock” de lo poco que me gusta.
Voy esperando encontrarme una obra oscura, perturbadora, siniestra y radical, muy a lo estilo de la inclasificable “Crash”, pero me encuentro con un drama-thriller totalmente anodino y gris al que no me acabo de enganchar en ningún momento. Bajo la premisa de “La cirugía es el nuevo sexo”, ahí es nada, el famoso director canadiense crea una fantasía distópica en torno a la evolución, la destrucción del mundo y las barreras del arte en lo que la innovación y experimentación se refiere (o al menos eso pillo yo). Todo, a través de dos artistas performáticos que manipulan el cuerpo a través de la cirugía, como acto artístico rompedor y liberador, y que encuentran en el dolor su mayor placer, mutilaciones, punciones y cortes varios por delante.
Se supone que busca provocar a la vez que crear algo hipnótico y controvertido. Ojalá. Eso es lo que yo esperaba. A mí no me produce ni lo uno ni lo otro, más bien cierta repulsa (a ratos es un tanto desagradable) y monotonía. Me llega a resultar incluso ridícula. Ni sus tres fantásticos actores (Viggo Mortensen, Léa Seydoux y Kristen Stewart) consiguen hacerme escapar de las garras de la impostura. No me quedo ni a leer los créditos. Quiero volver cuanto antes a la normalidad y a la gloriosa sencillez de mi rutina. Le daré más oportunidades a Cronenberg, pero no os puedo recomendar esta película.
NOTA: ¡Qué viva la originalidad, la creatividad y el riesgo, eso sí, siempre que sean bien entendidos!!!

Qué bajón! Estábamos ante las, posiblemente, más esperadas últimamente…
Como decimos siempre, habrá que verlas para sacar nuestras propias conclusiones 🙂
De la primera con tanto revuelo ‘salivar’ en la premiere, tenía hype alto jeje
De la segunda me esperaba una especie de Minority Report por el título 😀
Qué sigan arriesgando en este tipo de obras, claro que sí;
Lo que nosotros haremos será ir a la apuesta segura de leer tus comentarios!
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