Sueños de madurez

Veo dos películas españolas de temática y estilo muy similar. Las dos hablan de mujeres que llegan a la edad adulta y quieren hacer con su vida (o con su muerte) lo que les dé la gana. Ya han vivido mucho y están de vuelta de todo, así que no quieren que nadie ni nada les ponga barreras para conseguir sus sueños (yo estoy con ellas; sólo faltaba que, a esas alturas de la vida, la sociedad tenga que venir, con su ética de manual, a decir qué es lo que tienen que hacer y cómo se han de comportar). Eso no quiere decir que vaya a ser fácil. Para nada.

Ya que lo que para ellas está “claro clarinete”, no lo está para la “puritana y legalista” sociedad de la que forman parte ni para los allegados que les rodean, con lo cual, no lo tendrán tan fácil como ellas creían a priori. Asistimos a su odisea personal por conseguirlo (o no), o, mejor dicho, a la de sus seres queridos, que son los que tendrán que lidiar con los obstáculos que les planteará tan ansiados devenires. Cine español que habla de la vida. Comedias, con toques dramáticos, que hablan de la existencia. Llenas de buenas intenciones, pero no tanto con calidad cinematográfica, y que llegan a la pantalla con irregular resultado (aunque una más que otra). Vamos con ellas.

“Un mundo normal” (Dir: Achero Mañas):

            La nueva y esperada película del jovenmente venerado Achero Mañas (creador de obras llenas de calidad e interés como “El bola” o “Noviembre) nos cuenta la historia de Carolina (maravillosa Magüi Mira). Una mujer que ve como el final de sus días está a punto de llegar (sus amigos empiezan a “caer como moscas”) y que se niega a terminar encerrada en un nicho o con sus cenizas esparcidas allá por dónde sea, como lo empiezan a hacer los que hasta ahora han sido sus compañeros de batalla. Ella quiere que la tiren al mar. Directamente. Sin pasar por crematorio, incineración, ni nada. Quiere que su cuerpo difunto descanse en las aguas cálidas del mar cercano a su Altea querida. Literal. Un deseo que le dejará grabado a fuego a sus hijos antes de morir. Será uno de ellos, personaje al que da vida de manera fantástica, con esa vena tragicómica que él tanto domina, Ernesto Alterio, el que se encargará de tan complicada acción. Él es un director teatral en crisis, recién separado y profesionalmente desnortado. Y no estará sólo en su complicada tarea, ya que su híper responsable y protectora hija, le acompañará en su loco periplo, para que los deseos de su difunta abuela sean finalmente (o no) órdenes. Asistiremos a su personal aventura y nuestro interés no decaerá hasta que sepamos, o no, si ese “soñador cadáver” acaba con su deseado final.

            La historia es bonita. Y trata temas que interesan. El paso del tiempo. La llegada a la vejez. Las relaciones paternofiliales. El quién soy y quién quiero ser. En fin. Habla de la vida. Y emociona. Ríes. También lloras. Y te enganchas con el periplo personal de tan erráticos y perdidos personajes. Pero el resultado, aunque en cierto modo emocional y emocionante, es irregular e imperfecto. El guion no acaba de rematar y se pierde en un devenir de escenas que deberían haber sido más pulidas y sintéticas. Le falta foco. Está demasiado alargada y no acaba de alcanzar nunca el vuelo deseado. Además, lastra el bonito desacierto del error de “casting” de la hija del protagonista (labor para la que Achero Mañas ha contado con su propia hija biológica, algo muy loable desde el punto de vista emocional, pero no tanto desde el resultado en pantalla), ya que Gala Amiach no acaba de estar nunca al nivel del resto del impecable reparto (se le ven las maneras, pero también la inexperiencia).

            En definitiva, una correcta y bonita “dramedia” (comedia con toques de drama) que se ve con agrado pero que no llega a tener la fuerza y el empaque que a una película del interesante Achero Mañas se le esperaba y deseaba. No perderán su dinero si la van a ver el cine. Disfrutarán de un rato agradable en torno a temas que nos tocan a todos. Pero tampoco pasará nada si se la pierden. Ustedes deciden (aunque les recuerdo que tenemos que apoyar a los cines si no queremos que éstos cierren, no sólo a los bares y restaurantes; ahí queda eso).

“Salir del ropero” (Dir: Ángeles Reiné):

            Voy a ver también, acto seguido, “Salir del ropero”. No he oído cosas muy buenas de ella, pero quiero despedirme en pantalla grande de Rosa María Sardá, una mujer que me ha regalado tan buenos momentos y a la que le agradezco tanto, con el que ha sido su último trabajo para el cine. Cuenta la historia de dos mujeres que han decidido casarse en su madurez. Han vivido escondiendo su amor al mundo desde jóvenes, ya que la intolerante sociedad que les rodea no lo hubiera permitido, pero ya están hartas y no piensan ocultarlo más. O sí. Porque su nieta intentará impedirlo (va a casarse con el hijo de una acaudalada y conservadora familia y el enlace de su moderna abuela lesbiana puede que perjudique a su casamiento). Habla de tolerancia. No sólo en el tema del sexo, sino de raza, religión o cualquiera sea la condición que uno tenga o quiera. De lo cual me alegro. Soy pro-tolerancia a tope. Cada uno que haga con su cuerpo y con su vida lo que quiera. Cada uno que se acueste con quien guste y goce, rece a quien le llene de fe y viva como le plazca. Me cuesta creer que todavía haya personas en el siglo XXI que no piensen igual. Pero créanme que las hay. Y uno no se tiene que ir muy lejos para encontrarlas.

El trasfondo y la temática perfecto. Pero nada más. Todo es un desacierto y un desatino. El guion no tiene gracia. Ni pizca. Nada. Todos los personajes están estereotipados y llenos de cliché. Qué decir de las situaciones. El guion parece hecho por un adolescente que tiene que entregar un trabajo antes de 12 horas y se pasa la noche en vela, previo atracón de cafeína, para poder terminarlo. Los actores no tienen a qué agarrarse y hasta Candela Peña (nunca pensé que fuera a decir yo esto) está sobreactuada. Todo roza lo ridículo y esperpéntico, pero no a lo “valleinclanesco” (ojalá), sino al más puro espectáculo de telebasura rollo “Telecinco”. Un tinglado desaguisado y barullero que ni te hace reír ni te conmueve. Paródico, pero sin gracia. Una “full” (de Estambul). Una pena que Rosa María Sardá se tenga que despedir con esto. Aún así, me gusta verla en pantalla. Su última presencia me merece el precio de la entrada. Y me hace pensar y sentir que, allá donde esté, estará haciendo reír a todos los que le rodeen tanto, y de tan buena manera como lo hizo aquí con nosotros. Amiga Rosa (porque yo te sentía de la familia, de mi familia del cine), allá donde estés, descansa en paz. Aquí, muchos te echaremos de menos.

6 comentarios sobre “Sueños de madurez

  1. Hola crack.
    Con «la Sardá» se nos ha ido una actriz inmensa y con una genialidad para el humor inigualable (inolvidables su «¡¡Honoraaatooo!!» y sus presentaciones de la Ceremonia de los Goya). Una grande de verdad a la que echaremos mucho de menos. DEP.
    Un gran abrazo, Felipe.

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  2. Hoy paso de puntillas por tu entrada, ninguna me llama la atención, una pena.
    Y eso que las temáticas son muy interesantes, da para una buena tertulia 🙂
    Pero me haces reflexionar:
    – Si tú ves que no tiene tirón o foco como dices, eso no lo ven antes otros? No lo entiendo
    – Qué manía de poner familiares en personajes! por ahorrar costes? por lanzar carreras? Tampoco lo veo

    En fin, no era muy fan de Rosa María Sarda, el humor de su hermano Javier me hace más gracia, pero la pérdida de esas grandes figuras siempre es una pena…

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    1. Buenas preguntas las que planteas, súper contrablogger.
      Yo creo que el problema es que lo que parece que va a funcionar en el papel no siempre funciona en pantalla. A veces uno cree que va a ser redondo, pero luego se queda en la mitad (algo que pasa tanto con los guiones como con los actores). Eso creo yo.
      Gracias por ser fiel al blog.
      Un abrazo enorme.
      Felipe.

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