Es curioso como en el cine, como en la vida, puedes pasar del frío al calor en un plis plas. Dependiendo cuál sea la cinematografía a disfrutar, el país de dónde provenga o el área de la geografía mundial a la que pertenece, la sensación que uno va a tener en la butaca es totalmente diferente y uno pasa de los 0 a los 100 grados en cuestión de un simple cambio de sesión. Como en la vida misma, ya digo. Dependiendo a la zona del mundo donde te muevas las sensaciones que tendrás con sus paisajes, su climatología, su cultura y su gastronomía, entre otros factores, serán harto diferentes en función del confín de la tierra en la que te encuentres. Vivo esa peculiar sensación en mi última sesión doble. Voy de una película nórdica a una israelí en la misma sesión doble. Paso del frío más gélido al agradable calorcillo en un abrir y cerrar de ojos. Algo parecido a lo que pienso acerca de las dos películas que veo. Vamos con ellas.
“Un blanco, blanco día” / “A White, White day” (Dir: Hylnur Palmason):
Frío como un témpano salgo de esta película danesa-sueca rodada en Islandia. Se supone que es una especie de thriller sobre las emociones humanas. Cuenta la historia de un aparentemente sencillo y tranquilo buen hombre, abuelo y padre de familia. Acaba de perder a su esposa en un accidente de tráfico e intenta seguir adelante cuidando de su nieta y construyendo una bonita casa en frente del mar. Veremos la transformación del cándido humano en violento monstruo cuando éste descubra ciertos aspectos del pasado de su difunta esposa que no le gusten un pelo. La vendían como una interesante cinta de suspense. A mí se me antoja como un soporífero drama en la que no pasa prácticamente nada. Se me hace eterno todo lo que veo. Y salvo sus 10 minutos iniciales, todo me resulta aburrido y lento. Todo es frío como la isla y no conecto ni con los personajes ni con lo que les pasa. Sólo espero que acabe la película y pueda salir a la calle y, aunque le deseo lo mejor a ese abuelo torturado por los fantasmas del pasado, la verdad es que me importa más bien poco todo lo que le pasa a cada uno de los personajes que deambulan por la pantalla. No tengo empatía con ellos y su frialdad congela mi cerebro y mi alma.
“Todo pasa en Tel Aviv” / “Tel Aviv on fire” (Dir: Sameh Zohabi):
Una sensación totalmente opuesta es la que siento con esta cinta israelí que vendían como una especie de Woody Allen en Cisjordania. Elsa Fernández Santos hacía una perfecta analogía en “El País” entre esta película y el hummus, plato tan sencillo como infalible. No se me ocurre mejor comparación. Porque así es “Todo pasa en Tel Aviv”, ligera, amena, divertida, mona, nada pesada, …cual plato de hummus. La mayor virtud de esta comedia que habla del conflicto israelí-palestino es tratar este problema político de una manera liviana y divertida, sin perder efectividad en el discurso. Cuenta la historia de un ayudante a dirección en una telenovela palestina, “Arde en Tel Aviv”, una especie de “Amar en tiempos revueltos” pero con espías, militares y terroristas en pleno conflicto de ocupación de territorio palestino, que, por casualidades de la vida, se verá convertido en guionista de la misma, a pesar de no tener ni idea, algo que se complicará cuando su destino caiga en manos de un militar israelí en el control de la frontera de Cisjordania.
El conflicto y las situaciones recuerdan mucho a Woody Allen, es vedad, tal y como reza el cartel español de la película. Y sonríes e incluso te ríes con su protagonista, esa especie de perdedor en medio de su conflicto personal y el generado por la tensión entre los dos países. La película habla de política, pero también de amor y de como buscarse la vida. Los actores son graciosos y sus personajes, a diferencia de la película anterior, generan empatía. Pasas un buen rato, lo cual no es poco y sales con la sensación de haber disfrutado con esta fauna de seres enfangados en un problema de calado político del que, aunque se lo propongan, es muy difícil salir. No es un peliculón, nada más lejos, pero salgo con una gran sonrisa del cine, lo cual, como digo, no es “moco de pavo” en estos tiempos de incertidumbre y pandemia.
Cómo te lo pasas!
Ten cuidado con esos cambios de temperatura, qué pillas un catarro y la gente piensa en covids y la lías…
Si es que arriesgas mucho, mira que te lo digo!
Y eso que la primera tiene buenas criticas, pero claro, las pelis lentas, dependen del estado de ánimo que lleves al verlas… unos días apetecen más que otros…
Y la segunda, veo en internet que se rodó en 2018, pues sí que va lenta la distribución jejeje
Eso sí, tuvo premios en alguna sección de Venecia…
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Efectivamente, «Todo pasa en Tel Aviv» es una película encantadora, muy grata de ver, al estilo de Woody Allen, como apuntas. Es como un vodevil de espías, muy divertida y a la vez con una fuerte carga política. Me gustó mucho.
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Sí. Las has definido muy bien. Muy a lo Woody Allen pero en el Conflicto Palestino Israelí. Recomendable.
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