El otro día bramaba desesperadamente por aquello de lo que cuesta volver a empezar tras el descanso vacacional. Como hoy clamo a los cuatro vientos, ya lo he hecho aquí en varias ocasiones, aquello de: ¡Bendita Rutina!!!
A veces nos empeñamos en creer que la felicidad radica en alcanzar y alcanzar grandes logros, en conseguir y conseguir bienes materiales, en acumular y acumular dólares y dólares, en desear y desear sueños imposibles, … cuando la cosa es mucho más fácil, olvidándonos continuamente en dar valor a esas pequeñas cosas, “padres nuestros” de nuestro día a día, que hacen que nuestra existencia sea de lo más placentera y gozosa. Yo podría citaros miles, seguro que ya sois conscientes de mi carácter entusiasta, pero si revisamos cada uno de nosotros nuestra mundana existencia, estoy seguro de que todos encontraremos un buen puñado de pequeñas rutinas diarias que nos hacen muy, pero que muy felices.
Desde ese primer café por la mañana, la reconfortante ducha tras el demoledor deporte, la animada tertulia en el “break” laboral con tus colegas de profesión, el momento en que uno consigue llegar al final del día para lanzarse de lleno al sofá, el beso de buenos días y de buenas noches a tus peques, ese mismo beso a tu pareja que tanto reconforta, aquel mensaje broma que recibes en el momento menos esperado y te anima la nada del otro mundo jornada, el seguir viendo esa serie a la que estás absolutamente enganchado y que estás deseando acabar, los entretenidos debates que escuchas en la radio cuando te desplazas cual taxista sin destino fijo de un lado a lado de la ciudad, cuando compras esas entradas de cine que te aseguran el visionado de esa película tan deseada, las animadas conversaciones con tu media naranja o con tus amigos, esa canción que tanto te gusta y hace que te vengas arriba, abrir el periódico recién comprado, comer ese plato que tanto gusta, oler ese olor que te embauca, pasear sin prisa, continuar con una apasionante novela, o disfrutar de cualquier evento cultural… En fin, tantas y tantas cosas. Y eso, sin hablar de los fines de semana.
La infinita belleza de la rutina diaria. La gran magia de la existencia cotidiana. La enormidad de la mayor de las sencilleces. El placer de lo más conocido, de lo que tenemos mil veces, aunque generalmente no nos demos cuenta. De eso, de la inmensidad de las cosas mínimas, habla la última y mágica película de Win Wenders. Vamos con ella.

“Perfect Days”. (Dir: Wim Wenders):
Me gusta mucho “Perfect Days”. Podría hacer una perfecta sesión doble con la ya reseñada anteriormente en este blog “Falling Leaves”, curiosamente ambas con títulos en inglés. Películas cuyas historias mínimas están llenas de grandeza, de complejidad existencial y de profundo trasfondo social y filosófico. Cintas que, tras su simple apariencia, contienen un complejo y concienzudo mensaje de vida. Si Kaurismaki hacía una oda al amor en torno a dos seres solitarios en la más fría y descorazonada Finlandia, en esta, “Perfect Days”, otro director de cine de autor de culto, Wim Wenders, se centra en un solitario y entrañable personaje para convencernos de que el quiz de la felicidad está enfrente de nosotros, en todas aquellas cosas pequeñas que nos hacen vibrar, aunque sean por periodos muy breves de tiempo.
Su nombre, el de nuestro personaje, es Hirayama (un inconmensurable, sublime, fantástico, … Koji Yakusho, merecidísimo premio al mejor actor en el último festival de Cannes). Un hombre que repite casi de manera meticulosa y monacal sus rutinas diarias. Cada mañana se levanta para limpiar los baños del barrio de Shibuya, en la ciudad de Tokio. Y repite escrupulosamente cada una de sus acciones sin salirse apenas del guion, disfrutando de todas aquellas pequeñas cosas que le hacen feliz en esa su sencilla rutina (esa música proveniente de su colección de casetes casi retro, esas fotos con cámara analógica en las que intenta plasmar el movimiento, ese baño reparador tras la jornada laboral en los baños públicos de su barrio, ese break en la taberna cercana, esa lectura a media noche antes del último parpadeo, esos sueños llenos de lirismo que animan sus tranquilas pernoctas, …). Conoceremos su día a día. Asistiremos a su ritual diario. Así como a los encuentros que tendrá con algunos de sus seres cercanos, los cuáles nos ayudarán a entender un poquito más quién es este solitario, silencioso y sereno protagonista.
Una cinta que nos ayudará a comprender que lo bueno no está en lo más grande, que la felicidad no hay que buscarla en el más allá, que la grandeza no está precisamente en lo material e inalcanzable, … No, para nada, está en el aquí y ahora. En todo aquello que nos rodea a diario y que apenas perdemos el tiempo y la conciencia en valorar y que sólo echamos de menos cuando nos falta, cuando no lo tenemos. En que la paz no se encuentra en ambicionar sino en asumir y disfrutar de lo que uno tiene, eso que hace que cada una de nuestras existencias sea diferente y mágica.
Cine de autor. Minimalista. Mínimo, me atrevo a decir. Bello y reflexivo. Poético y filosófico. Existencial. Falto de acciones, lleno de lirismo y verdad. Casi documental, pero en el que apenas pasa nada, y cuando digo nada es nada, aunque muestre las claves de todo. De eso por lo que luchamos cada uno de nosotros cada día; encontrar la paz personal y la felicidad máxima.
Genial su mensaje, su protagonista, su inmejorable banda sonora y ese perfecto y precioso final. Absténganse eso sí espectadores impacientes que quieran que pasen muchas cosas, que haya un giro argumental, que la adrenalina brote por sus venas en un inesperado final… no, no, para nada, esta no es su película, pues aquí, en esta pequeña película, sólo se muestra la más mundana, sencilla y repetitiva cotidianidad. Esa que tan poco apreciamos y que tanto vale. Palabra de disfrutón diario.

Y no olvides la rutina del goce de leerte, y disfrutar de este ratito aprendiendo de cine contigo!
Uno de los mejores momentos de la semana…
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Goce el tener seguidores tan fieles y apasionados como tú. Un abrazo, mi contrablogger.
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Y leerte cada semana y gozar con tus palabras y tu entusiasmo siempre. Perfecta rutina Felipe!
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Mi perfecta rutina cinéfila y bloguera no tendría ningún sentido sin amigos seguidores tan entusiastas y fieles como tú. Un abrazo, amigo.
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A mí la película no me ha gustado nada. Me parece una entelequia, no sé de qué habla, de vivir sin vivir, en soledad, es todo mezquino, sin horizontes, sin compañía, sin compromisos … dudo mucho que alguien normal pueda ser feliz así. Es todo teórico. Y, por otro lado, ¿cuántos minutos hay de la furgoneta por los pasos elevados? Y ya sabemos que la gente se lava los dientes, ¿para qué lo muestran una y otra vez? Vamos, que no me ha gustado.
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Me encantan tus reflexiones, carlos/. Siempre muy fan de tu punto de vista, tan racional y directo. Un placer leerte siempre. Mil gracias por seguir el blog y ser fiel seguidor.
Un abrazo:
Felipe.
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Visto hace poco, pienso lo mismo que tú: una peli aparentemente sencilla pero que trasmitr muchísimo, me encantó!!!
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Gracias. Sam. Por tu comentario y por pasar por el blog. Cuando te leo siempre veo que tenemos gustos parecidos. Un abrazo.
Felipe.
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Y se nota que tu cine es del mismo circuito que el mio, siempre me suenan las pelis que ves.. :–)
Pero yo logro ir mucho menos, claro…!
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Je!! Yo también veo que compartimos gustos e intereses. De lo de ir, hago lo que puedo. Normalmente solo una tarde, aunque doble o haga triplete. Porque con los peques no me puedo permitir más. Eso si, se unen las que veo en familia. Siempre que hay una que podamos ver los 4, allá vamos.
Un abrazo, Sam.
Felipe.
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Yo tengo solo uno, y es difícil encontrar momentos para ir al cine… Pero con él estamos viendo pixar y disney! X–D
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Luego crecen y es más fácil. Mucho ánimo. 😉😉
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No veo la hora! X–D
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Ya me dirás si la ves. Saludos, amigo.
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A mí también me gustó por eso. Su sencillez estaba llena de vivencia e inteligencia. Gran película.
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