Sabores y sinsabores en la cartelera.

         Siguen llegando los estrenos y seguimos yendo al cine. O al menos un servidor. La cartelera se sigue llenando de películas muy esperadas por los cinéfilos que, por tema pandemia, se guardaban en cajones de productoras a la espera de encontrar el momento adecuado para poder ser estrenadas en salas. Y parece que han llegado esos días. Las cosas van mejorando y la vida va volviendo a su normalidad y  nosotros, individuos de a pie, ciudadanos de este lugar llamado mundo, empezamos a volver a disfrutar de nuestras pequeñas o grandes cosas. Desde pasear, a volver al bar, de ir a un museo, a disfrutar de una pequeña fiesta, desde escaparnos a la montaña o a la playa, disfrutar de un restaurante, coger un avión, o darle bien al palique en una buena tertulia en torno a una buena caña y, por qué no, una deliciosa croqueta de jamón … o con un té con pastas, cada uno a su rollo, que en la variedad está el quiz de todo.  ¡Qué felicidad! Retomamos nuestras rutinas.

         Y seguimos dejándonos llevar, al menos los que amamos eso del séptimo arte, de las obras que, con grandes carteles, anuncian nuestros cines, y disfrutamos a tope de mil y una historias de diferente género, nacionalidad e índole. O no, porque a veces hay decepciones, películas que, por lo que sea, no te acaban de llegar, no acaban de acaparar tu atención.

         Ya saben, como la vida misma. Con sus sabores y sus sinsabores. Vamos con ellos.

“La crónica francesa” / “The French dispatch”.  (Dir: Wes Anderson):

Empezamos por el sinsabor. O, mejor dicho, EL GRAN SINSABOR. La parte amarga. La decepción. El “chof”. Sí, “Oh, my God!!” (léase con tono trágico), con la película que más ganas tenía de ver este año. Con la muy ansiada por un servidor nueva obra del grandísimo genial y genuino Wes Anderson, del que me confieso admirador total, fan “number one”. Pues no, esta vez no puedo alabar su excelso trabajo hablando maravillas de él, aplaudiendo su ingenio y creatividad. No. Pues he de confesar que “La crónica francesa” no me ha gustado nada.

Bueno, miento. He de reconocer que visualmente, desde el punto de vista de producción, desde el punto de vista iconográfico y auditivo, vuelve a ser, como nos tiene acostumbrados el director americano, todo un prodigio, un portento, un 10. Todo (decorados, vestuario, música, fotografía…) está cuidado en cada imagen, minuciosamente mimado, inteligentemente decidido y pensado, y cada uno de sus fotogramas, de nuevo perfectos ejemplos de ese universo entre pop y naif tan absolutamente delicioso, se podrían exponer en un museo. Así de simple. Maravilloso y primorosamente elaborado, una vez más, el precioso universo de Mr. Anderson. Absolutamente magistral.

Hasta ahí, bien. Pero narrativamente es “infumable”. Aburrida, repetitiva, vacía (aunque habla de cosas muy elevadas) y nada empática. Si sus obras anteriores las veo emocionado con una sonrisa de oreja a oreja, gracias a sus originales historias llenas de absurdo sentido del humor y “frikis” personajes adorables, en ésta, el tedio y el aburrimiento se apoderan de mí y no veo el momento en que se acabe la proyección. No conecto nada con lo que me cuenta y, aunque lo intento, porque créanme que lo intento, con fuerzas, con ganas, me desengancho de lo que pasa ante mis ojos no desde el minuto 1, pero casi.

         Y eso que la historia, a priori, no podía ser más original. Un homenaje al periodismo a través de una revista inventada, “La crónica francesa” / “The French Dispatch” del título, y editada en una ciudad francesa también inexistente. Todo a través de un collage de estampas e historias que representan cada uno de los artículos de ese dominical tan colorido y retro.  Un maremágnum de tramas rocambolescas, personajes estrambóticos y situaciones dantescas, llenas de increíbles existencias, pero faltas de vida, al menos, que esto es siempre muy personal, para el que suscribe estas líneas. Mucho detalle, poca emoción, sin más.

Una pena. Porque iba entregado. Deseoso del aplauso incondicional. Avocado al bramido del que muere de placer. Pero no. Un jarro de agua fría. Eso, o que me estoy haciendo mayor, quién sabe. Así que habrá que esperar a tu “Asteroid City”, su futuro proyecto, que se encuentra rodando en España, aquí en el mismísimo Chinchón, para volvernos a reconciliar con su gran saber y su mejor arte. No te preocupes, amigo Wes, te esperaremos con los brazos muy abiertos.

“Supernova” (Dir: Harry McQueen):

         Es curioso que todo lo contrario representa, y me produce, la siguiente película que veo en mi sesión doble. De primeras, no me muero de ganas de verla y si pago una entrada por ella es, simplemente, movido por los buenos comentarios y su fantástico dúo de actores. Gran acierto. La película no sólo me convence, sino que me conmueve. Y mucho.

         Si “La crónica francesa” representa el barroquismo, casi rococó, más exacerbado, exagerado y extremo, en su yuxtaposición de mil y un elementos en un recargamiento infinito, “Supernova” es todo lo contario. La austeridad máxima. El minimalismo absoluto. La sencillez hecha imágenes. Dos actores. Una caravana. Dos escenarios. Y la más agreste naturaleza. Eso, y una buena historia, eso siempre, interesante y emotiva.

Dos hombres que se quieren y que llevan muchos años como pareja. Deciden recorrer Inglaterra con su caravana con el fin de visitar algunos amigos y familiares y, de paso, recorrer algunos de los lugares que han marcado su relación. Todo porque uno de ellos, un escritor reconocido, ha sido diagnosticado de demencia precoz y el final de sus días, tal y como los ha vivido hasta ahora, se acerca.

         El resultado: un drama sobrio lleno de emoción e interés, que te deja noqueado, lleno de sentimientos y con mucho devaneo mental (el tema de conflicto genera mucho debate). Una película sencilla, en fondo y en forma, pero llena de fuerza expresiva, que te llega, te toca, te emociona, … Algo que no sería posible sin ese par de actorazos, perfectos Colin Firth y Stanley Tucci, que desbordan verdad en cada una de sus apariciones en pantalla y que nos regalan a esta pareja de hombres maduros, rotos por una enfermedad, que está a punto de arrollar todo el amor, mucho, créanme, que se procesan.

         Triste, muy triste, pero muy bella. Sencilla, muy sencilla, pero, a la vez, plena, muy compleja. Como un buen huevo frito con patatas, nada ambicioso, pero lleno de sabor. Recomendable.

2 comentarios sobre “Sabores y sinsabores en la cartelera.

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