La vida en negro.

Siempre invito desde este blog a vivir la vida a tope. A disfrutar al máximo y a llevar a cabo el  “Carpe Diem” no como un lema, sino prácticamente como una obligación. Encuentro el hecho de existir como una especie de privilegio, como un tipo de “tesoro”, de gran obsequio al que “no hay que mirarle los dientes, cual a caballo regalado”, sino al contrario, trotarlo, galoparlo, aprovecharlo al máximo para correr en su compañía mil y una aventuras a modo de caballero loco y lleno de ansias de hazañas, emociones, pasión desenfrenada, sana locura y logros.

Pero es verdad que la vida puede ser también muy “capulla”, con perdón, y nos pega ciertos reveses de los que es muy difícil, a veces incluso imposible, recuperarse, por muy optimista y “feliciano” que uno sea. De manera improvista, cuando menos te lo esperas, por la espalda, a traición, viene y te ataca, a degüello, dejándote en KO técnico para una temporada o, incluso, insisto, para siempre. Me refiero a esos vaivenes, “volantazos”, embistes, puñetazos, desplantes, traiciones,… que nos da nuestro viaje vital, a modo de enfermedades, tragedias, accidentes, catástrofes, muertes y demás malas noticias. Obstáculos a los que uno se tiene que enfrentar con todo su poderío, o el que le quede a cada uno, con el fin de superarlos y no quedarnos enfangados en las tierras movedizas de la tragedia, luchando con todas nuestras fuerzas para no permitir que nos suma para siempre de una manera definitiva, aunque a veces esto sea inevitable. Sacudidas que nos obligan a  dejar de ver “la vida en rosa”, por muy optimista que uno sea, para pasar a verlo todo en negro, sin opción, sin salida. De esto van las dos películas que veo esta semana. Dos interesantísimas cintas, sobre dos mujeres, dos tragedias, dos dramas. Vamos con ellas.

“Hope” (Dir: Mari Sodahl):

            Voy con pereza a ver esta cinta nórdica (candidata, y una de las favoritas, de Noruega en la categoría de película extranjera) que viene precedida de buenas críticas e incluso premios. Su temática, el cáncer, y la frialdad de la cinematografía de la que proceden me echan un poco para atrás, pero al final la curiosidad puede al obstáculo y me planto a verla (con todo tipo de protección, mascarilla doble e hidrogel) en un cine. Qué acierto. Me cuesta entrar en la propuesta, pero una vez que lo hago no salgo. Está basada en la vida de la propia directora. Le dieron tres meses de vida justo el día antes de Nochebuena. Esta es su historia. Asistiremos a la angustia de esta mujer, su pareja y su familia, a la que le diagnostican un tumor cerebral un día antes al 24 de diciembre, producido a su vez por un previo cáncer de pulmón, y a las Navidades que tendrán que vivir con el horrible hándicap de que probablemente sean las últimas.
Por delante, un interesantísimo drama, austero, frío, pero lleno de emoción a su vez, sobre el calvario de la enfermedad y el efecto destructor que produce el  recibir una noticia tan demoledora como sin vuelta atrás. Y a la vez una inteligente reflexión sobre la pareja, y sobre el haberse abandonado, haber dejado de prestar atención y no haber cuidado y querido al otro como se merecía, anteponiendo el egoísmo y el interés individual, al más enriquecedor pero difícil mundo de ser un par. Dejaron de hablar en plural y ahora ya no hay tiempo para arreglarlo. Dos interpretaciones sobresalientes, tanto Andrea Braein Hovig como Stellan Skasgard están fantásticos, ayudan a interesarnos y emocionarnos, preparen los “kleenex” si van a verla, por este par de seres desorientados, asustados y perdidos en una nueva realidad que ojalá nunca hubieran vivido. La misma moraleja de siempre, pero que no aprendemos. Que nos repiten los libros y las películas hasta la saciedad. No desperdicien ni un segundo de su paso terrenal y que no tenga que venir una tragedia para recordarnos todo lo que estábamos perdiéndonos con anterioridad. Salgo con el lema grabado aún más a fuego y con la sensación de haber visto una buena y recomendable película.

“Fragmentos de una mujer” / “Pieces of a woman” (Dir: Kornel Mundruozo):

            Tenía muchas ganas de ver este drama estrenado directamente en NETFLIX sólo por su actriz protagonista. Viene de ganar la copa Volpi a la mejor actriz en el último Festival de cine de Venecia por esta cinta y todas las apuestas la encumbran como una posible ganadora del Oscar de este año a la mejor actriz. Se llama Vanessa Kirby y a mí ya me dejó noqueado dando vida a la princesa Margarita en la primera y segunda temporada de “The Crown”. La descubrí allí y desde entonces quiero saber mucho más de esta actriz británica de inmenso talento.

                    Los primeros 30 minutos de este notable drama son absolutamente arrolladores. Vivenciamos (casi en primera persona) a través de un plano secuencia la asistencia de un parto en casa. Una joven y acomodada pareja han decidido tener a su primera criatura en su hogar, no en un hospital, y el director nos mete en las entrañas de lo que significa un parto de estas características. Sufrimos y apoyamos a la pareja, hiper ventilamos con ellos y sentimos las contracciones como si estuvieran pasando en nuestras propias carnes. Sufrimos como ellos sufren. Me agarro con fuerza al cojín como si yo fuera el que está pariendo. Está rodado con veracidad y garra y te crea tanta angustia como te engancha. Son media hora de buen cine, grabado con veracidad y buen hacer. Luego el mazazo. La niña muere a los pocos minutos de nacer. A partir de ahí una pareja a la deriva, que se viene abajo, imposible de remontar un golpe de esas características.  El proceso de desmoronamiento, incomprensión y furia, de tristeza y horror, de duelo y pena. La nada. El vacío. El silencio ensordecedor. El eco en una habitación hueca. Todo ello en un interesante drama que se pierde un poco en una narración un poco lenta de más, pero que en ningún momento espanta a mi atención. Al contrario. Me interesa. Quiero saber sobre esa madre. Perdida, desnortada, abatida, sin objetivo ya en la vida, y ausente para unos familiares que quizá haya perdido para siempre. Quiero ver el proceso de distanciamiento ante una madre controladora y furiosa, que quiere vengar la muerte de su nieta enchironando a la comadrona que asistió el parto y ante un marido absolutamente aturdido que no sabe como lidiar con la que era el amor de su vida, convertida ahora en una especie de sombra ausente y esquiva. Todo ello en un interesante acercamiento al drama de la vida, al horror de esos “giros en la trama” del (sobre)vivir que nadie se espera y que abaten hasta el más fuerte de alma. Una película sencilla, austera, directa, que me deja un cierto nudo de tristeza en mi alma. Y que confirma el enorme talento de esa su gran actriz protagonista (muy bien acompañada por unos muy convincentes Shia Labeouf y Ellen Burstyn, dignos también de mención). Sí, señorita Kirby, se merece usted muchos premios y muchos, pero muchos, muchos proyectos por delante, que yo espero ver de manera fervorosa y entregada. Lo prometo. Siempre, eso sí, que el destino es muy traicionero, si la vida me deja.

4 comentarios sobre “La vida en negro.

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