La cara B de un Papa

Vivimos rodeados de personajes públicos. Políticos, actores, presentadores, músicos, deportistas, magos,… Los amamos o detestamos. Los criticamos o veneramos. A veces, incluso, los mitificamos. Los vanagloriamos. O, simplemente, los defenestramos o, radicalmente, los ignoramos. Se convierten en nuestros ídolos paganos, o, religiosos, incluso. Nuestros gurús a seguir o, directamente, el objetivo de nuestra ira y reproche. Pero, hagamos lo que hagamos, en la mayor parte de los casos olvidamos que, detrás de su fachada para el disfrute de todos, para nuestro goce social, son seres humanos, con todo lo que ello implica, con sus virtudes y defectos, sus glorias y miserias y, ante todo, su faceta más íntima, cotidiana y personal. Y, como todo hijo de vecino, tienen sus rutinas, sus miedos, sus hobbies, sus fobias, ríen, cantan, bailan, gritan, sufren, se enamoran, también lo contrario, tiene días buenos, malos, regulares, tienen sus defectos físicos, sus complejos, sus puntos fuertes y sus inseguridades, sus anomalías, sus enfermedades, también sus virtudes, generalmente muchas, por algo llegan donde llegan, pero también sus fracasos. De eso habla la película que he visto esta semana. De esa parte que no se ve de los elegidos, de los VIPS. O, lo que es lo mismo, de la cara B de un personaje público. Concretamente de uno, del mismísimo Papa. O, mejor dicho, de dos. Vamos con ella o, mejor dicho, con ellos.

 

“Los dos Papas” / “The two popes” (Dir: Fernando Meirelles):

A priori nunca me hubiera sentido atraído, creo yo, por una peli centrada en la figura de uno o más papas. Pero parecía, por los comentarios y críticas suscitados, que era de obligatorio visionado la nueva película del director de la muy alabada “Ciudad de Dios”, el brasileño Fernando Meirelles. Y he de decir que disfruto de lo lindo con esta historia que se centra en la relación, primero profesional luego de amistad, que mantuvieron el Papa Benedicto y el Papa Francisco, antes de renunciar aquel a su papado y convertirse éste en el nuevo pontífice de la Iglesia católica. En la película asistimos a esos días previos a que el Cardenal Bergoglio fuera elegido el máximo representante de la Iglesia de Roma, sustituyendo al anteriormente electo Ratzinger. Seremos testigos de sus tirantes conversaciones reflejo directo de dos maneras de pensar antónimas. Pero también a su cotidianidad. Y de esta manera los veremos bailar, reír, llorar, sufrir, usar gadgets eléctricos, reservar billetes de avión, comer pizza, discutir, rezar e, incluso, ver el fútbol. Conoceremos el presente de estos personajes. También su (terrible) pasado. Descubriremos sus gustos. También sus animadversiones. Y, sobre todo, conoceremos todo aquello que no se muestra en los medios de comunicación y completar, de esta manera, la fraccionada idea que tenemos de ellos.

papas

            Y disfruto un montón observando lo que veo en pantalla.  Básicamente por un guion ágil, divertido, interesante, ameno, inteligente y lleno de diálogos rápidos, mordaces y corrosivos, a través de los cuales conoceremos la cara y cruz de estos dos personajes. Un guion que a su vez se erige como una sabia reflexión sobre las dos facciones existentes hoy en la Iglesia, la más conservadora y la más progresista, representada por tan antagónicos (o quizá no tanto) líderes eclesiásticos. Interesante reflexión que invita a un obligado, más interesante aún, debate post visionado acompañado del mejor de los cafés o la más rica de las cañas (avisados están).

Y todo ello cobra sentido gracias a dos portentosas actuaciones de dos genios de la interpretación. Anthony Hopkins está fantástico (¿Cuándo no?)  como ese seguro-inseguro de sí mismo Ratzinger, pero Jonathan Pryce todavía brilla más, si cabe, como el papa Francisco (entonando, todo sea dicho, en su versión original, un perfecto español). Ambos se unen, junto a Di Caprio-Pitt, Bale-Damon, De Niro-Al Pacino, a los dúos cinematográficos masculinos memorables de este año. Fantásticos ambos los dos (no se extrañen si vemos a la pareja en las nominaciones de los próximos Oscar).

Además, todo se enriquece con una muy cuidada elección de todos los elementos. Desde la producción artística (esa recreación del Cónclave, los diferentes enclaves eclesiásticos, …), al montaje, a esa sobresaliente elección de la música (llena de belleza, originalidad y sentido del humor, todo hay que decirlo).

Vamos, en dos palabras, que es muy, pero que muy recomendable. Y no se preocupen de que no la estén echando en alguno de sus cines cercanos (se proyecta en muy pocas salas), ya que desde mañana viernes 20 de diciembre la podréis disfrutar en Netflix. Yo, creyera o no en Dios, me interesara o no el tema de la religión, no me la perdería. Una de las sorpresas más refrescantes de este, ya de por sí brillante, final de año cinematográfico. Créanme. Tengan fe en mí. Pasarán un gran rato. Palabra de ferviente amante del cine.

 

 

4 comentarios sobre “La cara B de un Papa

  1. Buena Película! Me gusta mucho la parte en que cada uno muestra la vulnerabilidad que viene de su propia postura o su pasado, y queda a merced de la aceptación (y quizás absolución) de parte del otro para seguir adelante con la transición. En mucho, la vida misma es así verdad?
    Buen Post! Felicitaciones!

    Le gusta a 1 persona

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