Vuelvo al cine después de una temporada de vorágine laboral que apenas me ha permitido acercarme a las salas ni a prácticamente a nada. Y lo hago con dos películas francesas que hablan de dos horrores en este mundo como son la pederastia y el SIDA. Las dos tratan sobre dos temas de actualidad de nuestra sociedad que te remueven y no te dejan indiferente, pero lo hacen con diferente acierto, con desigual tino. Una me encanta la otra no tanto. Vamos con ellas.
“Gracias a Dios” / “Grâce à Dieu” (Dir: François Ozon):
En 2001 se estrenaba una película de Agustín Díaz Yanes de resultado irregular, pero de título perfecto: “Sin noticias de Dios”. A veces cuesta entender, más si eres creyente (como es mi caso, aunque crea a mi manera y sea muy poco practicante) todos los males de este mundo, que no son pocos. Uno ve un telediario y no deja de asombrarse con la cantidad de atrocidades de las que es capaz el ser humano. Guerras, violaciones, peleas, engaños, fraudes, genocidios, calentamiento global, violencia de género, “bullying”, … Una de ellas, de las más incomprensibles, es la pederastia o pedofilia. Cuesta creer que pueda ser cierto que haya seres insensatos, perversos, sin compasión ni alma, atroces (no encuentro calificativo lo suficientemente negativo para expresar mi rechazo) capaces de abusar de los más ingenuos y desprotegidos menores. No hay explicación racional o irracional alguna. Es incomprensible. Y no puedes dejar de preguntarte: ¿Dónde está Dios? ¿Qué hace para no establecer la necesaria “justicia poética” en este mundo y acabar con cada uno, no solo con éste, de los males que azotan a nuestra humanidad? Y no hay respuesta. Pero todavía cuesta más entender el silencio de la Iglesia cuando es su seno el que acoge a estos supuestos “sembradores de bondad” verdaderos “depredadores sexuales” y no hace nada cuando practican la pederastia dentro de sus “sacras filas”. Amparados según ellos por Dios y muchas veces en su nombre, ponen sus repugnantes manos sobre asustados imberbes, sin que pase nada, pues la Iglesia oculta. La iglesia calla. Es el silencio de los que, en el fondo, consienten.
De eso va “Gracias a Dios”. De abusos infantiles en el seno de la Iglesia. Y reconozco que fui con pereza y miedo a verla (el tema no me puede desagradar más ni atraerme menos), pero las entusiastas críticas me obligaron a su visionado. Y reconozco que la película me encanta. Y es que François Ozon, su director, ha acertado plenamente con el tono sobrio, frío (casi monacal, muy propio para el tema que trata), nada escabroso ni sensacionalista, para mostrar en pantalla este caso real que conmocionó recientemente (todavía sigue en los tribunales) a la sociedad gala. Y lo hace a través de la historia de tres hombres. Tres seres totalmente diferentes pero que tuvieron la misma mala suerte de toparse en sus campamentos “scout” con un mismo párroco que les sometió a diferente clase de tocamientos. Uno es un padre de familia numerosa muy religioso (no ha perdido a pesar de todo su fe). Él es el que empezará esta particular cruzada cuando vea que el ruin padre que abusó de él en su infancia sigue dando catequismo en una iglesia de la zona y aún en contacto con niños. A él se le sumará François, un combativo y ateo lugareño. Y Emmanuel, un joven descarriado y desnortado, que desde que fue sometido a los abusos no ha encontrado estabilidad profesional ni personal. Ellos destaparán de nuevo el caso, formarán una asociación a la que se unirán otros muchos afectados e intentarán que la Iglesia asuma que aquello ocurrió, aparten y juzguen a ese lobo con piel de cordero que tanto daño les hizo en la infancia.
Todo rezuma verdad, los actores están perfectos, la historia no puede ser más interesante y te atrapa durante todo su metraje, también te llena de rabia e incomprensión, la música, a base de órgano y de polifonía coral no puede ser más acertada y ayuda a potenciar de manera brillante esa atmósfera sobria y sencilla que domina toda la historia. No me gusta, por poner un “pero”, esos “flashbacks” en dónde se muestran los campamentos en el pasado (creo que no aportan nada y sólo subrayan lo que ya uno se imagina). Pero por lo demás, todo es perfecto. Así que os recomiendo esta notable película, este austero drama ambientado en diferentes despachos, iglesias y casas (no hay nada más) que te ayuda a entender perfectamente todo lo que ocurre en torno a los damnificados y sus allegados (padres, parejas, hijos, …). Solo una cosa queda sin resolver y aún sales preguntándote una duda: ¿Dónde está Dios en este caso y por qué calla la iglesia? De nuevo el silencio. Eso sí que es un misterio (y no el de la Santísima Trinidad).
“Vivir deprisa, amar despacio” / “Plaire, aimer et courir vite” (Dir: Christophe Honoré):
Con más ganas iba a ver esta cinta francesa que tan buenas críticas había recibido en los festivales donde se había presentado. Un largo que bien se habría podido titular “El amor en tiempos del SIDA”. Y me pasó lo mismo que en otra película gala muy aclamada de la temporada pasada con temática similar (hablaba del activismo del grupo en favor de los derechos de los enfermos del VIH “Act Up” en la ciudad de orillas del Sena), me refiero a la muy aplaudida “120 pulsaciones por minuto”. Encuentro en ambos elementos muy interesantes, cosas muy buenas, pero me desentiendo de la trama en muchos momentos.
En el caso de “Vivir deprisa, amar despacio”, una historia de amor entre dos homosexuales, de diferentes edades y con el obstáculo de que uno de ellos ha adquirido el virus de inmunodeficiencia humano, son muchos los aspectos positivos: hay buenos diálogos, momentos de gran interés, mucha química entre los protagonistas los cuales lo bordan, grandes reflexiones (esa en la que el personaje más joven defiende el lado lúdico del sexo, en el que se ha de dejar a un lado las lágrimas “post-coito” y los traumas del pasado a un lado, vamos, que hay que amar con alegría), sentido del humor y de la estética, un magnífico uso de la música (ese aria barroco de Häendel que llena de belleza la secuencia que acompaña; esos títulos de crédito a ritmo de Massive attack) y un tema muy interesante, el amor y la pasión en tiempos de enfermedad. Es verdad que todo esto es positivo, pero me sobran 50 minutos. Me aburro en muchas partes. Me sobran personajes y subtramas. Encuentro falta de concisión y de qué es lo que el director me quiere contar. Me pierdo y desconecto en muchos momentos. Así que salgo del cine un poco agotado y con la insatisfacción de que pudo ser una gran peli, pero en casi nada se quedó.
Gracias por tus interesantes reseñas! He visto yo también Grace à Dieu y me ha impactado… increíble lo que pasa en el mundo y, en este caso, muy cerca, en Francia!
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Muchas gracias, Sam, por tus comentarios. Tengo pendiente de leer tu reseña de “Gracias a Dios”, porque quería verla primero, y de “Lo Goonies”, una de mis películas favoritas de la infancia. De este fin de semana no pasa que las lea. Un abrazo. Felipe.
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Y un abrazo para ti! :–)
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Estoy básicamente de acuerdo en los comentarios de Felipe sobre “Vivir deprisa, amar despacio”. Creo que habría ganado con una reducción del metraje, qué moda tan nefasta la de pasar de los 90 minutos haga falta o no. Además, creo que se trasluce una obsesión por hacer una película diferente, alejada de lo común (ni siquiera los títulos de crédito se presentan según un patrón habitual), original en suma, que lleva a distorsionar el guión de manera innecesaria, parece que no les interesa mantener el interés de la narración, ellos se sienten por encima de algo tan banal, y el resultado es el aburrimiento y la desconexión del espectador. La obsesión de parte del cine francés por ir contra el relato habitual es muy peligrosa, incluso ha habido teóricos que le dan mil vueltas al tema (Gaudreault, …) pero sólo se consiguen historias deslavazadas, y, por tanto, con poco interés. Por otro lado la insistente pobreza de iluminación resulta irritante, tendrá que haber otros modos de expresar la falta de luz interior. Es verdad que hay escenas interesantes, los diálogos son creíbles (repelentes a veces cuando se dejan llevar por el intelectualismo, ese mal tan francés), las interpretaciones son buenas, la puesta en escena, exquisita … se ve que es un producto trabajado, quizá en exceso.
De todos modos, mi rechazo principal a la película es por otros motivos muy distintos: ¿qué puede pasar en una historia de amor gay? Lo de siempre. El cine se empeña en convencernos de que es un camino erróneo, los gays hacen lo que deben hacer, quitarse del medio, dejar de molestar, desaparecer. Y los jóvenes gays que vayan al cine ya pueden olvidarse de poder construir una relación. Pero el SIDA fue real, se me puede decir. Sí, pero hace 40 años. ¿Por qué siguen interesando esas historias? ¿A quién siguen interesando esas historias de gays sufridores y machacados? A los gays, no.
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Carlos!!! No puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Podría ser la segunda parte de mi crítica porque apoyo todo lo que dices. A veces no escribo más cosas para que los posts no se pasen de largos.
De tu última reflexión, habrá que invitar a todos los cineastas a crear historias más positivas dentro del mundo gay. Que se centren menos en la parte dramática y más en la positiva y optimista. Estoy seguro que llegará ese momento. Un abrazo enorme:
Felipe.
Y gracias por leer y seguir siempre el blog.
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