Siempre he pensado que la honestidad acabaría con la mayor parte de los problemas de este mundo, ya fueran políticos, amatorios, familiares, amistosos, diplomáticos, … La tendencia del ser humano a ocultar la verdad o a disfrazarla totalmente (lo que se viene a decir mentir) hace que al final todo acabe, cuando algo no está abanderado por el “verita veritatis”, convertido en un sinfín de malentendidos, traiciones, engaños y desengaños, luchas, desencuentros, frustraciones, infidelidades, peleas e incluso guerras, y un sinfín de negativos hechos, que, en muchos casos, una vez comenzado el “entuerto”, son imposible de solucionar. Normalmente, ya no hay marcha atrás. Es curioso que de esto hablan las dos interesantísimas películas de mi última sesión doble, las cuales, de manera fortuita, no fue algo premeditado por mi parte (las elegí por ganas de verlas y horario), se convirtieron en un perfecto programa doble de las relaciones entre el apasionante trinomio formado por “Familia, Verdad y Arte”. Vamos con ellas y con lo que me han parecido. Intentaré no mentir, lo prometo.
“Petra”. (Dir: Jaime Rosales):
En un momento de esta fascinante película dirigida por Jaime Rosales (el creador de obras tan interesantes como perturbadoras como “Las horas del día”, “Tiro en la cabeza” o “Hermosa Juventud”), se oye la siguiente frase “Sin verdad no hay belleza”, sentencia que se convertirá en uno de los “leit motivs” de este filme que se adentrará de manera intrigante en ese triángulo imperfecto anteriormente mencionado (el arte, la vida y la verdad). Y lo hace el director catalán urdiendo para ello una fascinante tragedia familiar, al más puro estilo grecorromano, en la que un pequeño grupo de personajes verán como sus vidas irán transformándose hasta situaciones extremas cuando la mentira se adueña de los lazos interpersonales. Una sencilla, pero a la vez apasionante, trama que comenzará cuando una joven artista (la omnipresente y siempre perfecta Bárbara Lennie) acuda a realizar una residencia artística (como una especie de vivencia en la casa de un creador) de un reputado autor de las “Bellas artes”, un maquiavélico, frío y enrevesado ser (interpretado de manera absolutamente magistral, desde la sencillez más gélida, por un novel actor no profesional -parece que lleva toda la vida interpretando papeles y, además, complejos-; atención a la temporada de premios de este crack: Joan Botey) que determinará fatídicamente las vivencias de todos los que le rodean. Y hasta ahí, como en el “Un, dos, tres”, puedo leer. El resto: una sencilla (no simple, para nada) en planificación, sencilla en diálogos, sencilla en puesta en escena, sencilla en secuenciación, sencilla en trama, sencilla en música (prácticamente solo usa fragmentos de música ficta “a capella” nórdica, ahí va eso), sencilla hasta en el título (pero qué contundente es ese “Petra”) etc… película, pero súper potente, entretenida, compleja e intrigante, qué nos hará reflexionar mucho sobre el precio de la mentira entre los lazos humanos, y por qué no, en el arte… O, acaso, ¿puede existir una bella obra de arte o una enriquecedora existencia vital si en ella no hay verdad? Juzguen ustedes mismos. Cada uno tendrá su respuesta. Eso sí, hagan lo que hagan o mientan lo que mientan, no dejen de ir a ver este buen largo, seguro candidato en los Goyas de este año. No se arrepentirán. Fíense de mi humilde (pero honesta) palabra.
“La buena esposa” / “The Wife” (Dir. Björn Runge):
Y también, curiosamente, de arte, verdad y familia habla la otra interesantísima película que he visto esta semana o “La buena esposa”. La que se viene anunciando como la película que le dará definitivamente el merecidísimo Oscar, está en todas las quinielas como ganadora, veremos a ver qué pasa, a la grande Glen Close (se lo han negado ya 6 veces) es un interesantísimo retrato de pareja y un ejemplo de la terrible anulación a la que ha estado sometida la mujer, subyugada por los machistas cánones de épocas pasadas (aunque todavía no creas que está del todo superado este terrible desequilibro existente en la igualdad de género).
La historia: un escritor (fantástico y “nominable” también Jonathan Pryce) recibe la noticia de que ha ganado el ansiado premio Nobel de Literatura. Su mujer comparte su extrema felicidad con su emocionado marido. Y a partir de ahí un viaje: Estocolmo. Y los días previos a la entrega de premios. Y a medida que se va acercando el momento de recibir definitivamente el galardón, en las jornadas anteriores a la ceremonia, la crisis de esa mujer que ha estado en todo momento al lado de ese, idolatrado por todos, aparentemente ideal escritor y marido. Y tras la crisis, la verdad de esa pareja, de esa buena esposa siempre relegada a un segundo plano de ese egocéntrico y egoísta, siempre venerado y crecido por la adulación, “buen marido”. Y de nuevo el papel de la verdad en la sociedad, en la pareja y, como no, en el arte, en este caso, la literatura.
Una película de estética y forma bastante convencional (parece un telefilme bien grabado), no de extrema calidad en ese sentido, pero muy interesante de fondo y que solo merece ir a verla y pagar la entrada por ella para ver ese recital interpretativo de esa grande que es y seguirá siendo Glen Close, a la que esperemos las expectativas no le vuelvan a engañar y le den definitivamente su merecida estatuilla.
Sorpresa:
Y, para terminar, una sorpresa, ya que mañana este blog, “Hoy me voy al cine”, amplía sus “fronteras” y damos un paso más allá. Así que atentos todos al correo ya que habrá novedades … Y una vez más, hasta ahí puedo leer, …. Así que atentos todos. Mañana más.
I can’t wait, Philip!
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iGracias, Rachel!!! Tú, sí que eres una follower. Mua.
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¡Genial!
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Muchas gracias!!! Felipe.
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Muchas gracias Felipe!!!!! Este fin de semana, volveré al cine, te agradezco tus certeras y sensatas recomendaciones, un placer leerte…. Un abrazo 😘
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Gracias a tí, Margarita, por seguirme, leerme y apoyarme siempre. Un beso grande. Felipe.
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