Después de una temporada de bastante trabajo y estrés, vislumbro una tarde libre de cine. No me apetece nada difícil, complejo, ni sesudo, … Nada que me obligue a pensar demasiado ni a sufrir otro tanto. Quiero dejarme llevar por la magia del cine, pero disfrutando de su lado más sencillo y llevadero, más comedido y ligero. Relajarme, vaya. Elijo, por este motivo, dos películas que, a priori, no me van a exigir demasiado mentalmente y de las que no espero muchísimo, sólo el enorme placer de hacerme pasar un buen rato de cine, que no es poco.
Curiosamente, sin yo saberlo, hablan de lo mismo. De la difícil pero preciosa tarea de ser padre. De entregarse a los abismos de la paternidad, esa compleja ciencia para la que nadie ha sido preparado y para cuya dificultad no hay libro escrito que se precie, se empeñen quienes quieran los que sean los especialistas. Esa faceta humana que te llega a dar las mejores de las satisfacciones, a la vez que te estruja las entrañas, te golpea el corazón y deja a tu cerebro libre de descanso diario, siempre teniéndote alerta y dispuesto a entregarte, sea cual sea el obstáculo, en cuerpo y alma. Estar de guardia 24/7. Todos los instantes de la semana. En alerta. Sin pausa.
Ser padre es un mundo. Maravilloso, pero un mundo. Y el que no lo crea, es porque no lo ha sido. Ese es el tema de las dos películas españolas que veo. Las dos me gustan. Una mucha más que otra.

“Wolfgang”. (Dir: Javier Ruiz Caldera).
Grata sorpresa me llevo con “Wolfgang”, película que para nada tenía en mi radar y que me acerco a ver, aparte de por los motivos antes aclarados, porque se ha convertido en un pequeño éxito de la taquilla, generando muy buenos comentarios. Pues muy bonita, la verdad. Sin ser una película sorprendente, por su convencionalidad y sencillez, bien es verdad que su historia atrapa y conecta con tu alma. Al menos conmigo lo hizo. Y no pestañeé ni un instante con la historia de un niño TEA, prodigio del piano, que tiene que reencontrarse con un padre ausente cuando fallece su madre. Y viceversa, con la historia de ese hombre que tiene que adaptarse a ser padre de repente cuando lleva más de 10 años sin dedicarle un solo segundo a su hijo.
Una historia que habla de la dificultad de moverse en estos lares cuando eres alguien especial, distinto, extraordinario, … Así como de la batalla de la paternidad, … de esa tarea tan inmensa, exigente y absorbente, que es ser padre.
Cine sin grandes aspiraciones pero que emociona. Que entretiene y te engancha. Llena de lugares comunes y clichés, pero que no falla. Cine certero, cuidado, notable, pero que se enriquece de manera sobresaliente por el buen hacer de su actor principal. Fantástico, Miki Esparbé. Intérprete de merecida moda, que está perfecto como ese hombre perdido intentando sobrevivir a la nueva realidad de ser padre. Me convence cada uno de sus gestos, cada una de sus apariciones. Me encanta el personaje y la interpretación.
Lo dicho. Cine nada novedoso, pero con suficiente miga como para ganarme. Al menos a mí, padre cinéfilo convencido donde los haya.

“Los aitas”. (Dir: Javier Ruiz Caldera).
No me convence tanto la película, a la que, curiosamente, iba más convencido, vlaga la redundancia, “Los Aitas”. Me gusta la historia, la de un grupo de padres que tendrán que acompañar a sus hijas a un campeonato de Gimnasia Rítmica que se celebrará en Berlín cuando sus madres no puedan acompañarlas, evento que coincidirá con la caída del muro de Berlín. Es curiosa y tiene su gracia. También me gusta su director, Borja Cobeaga, del que os recomiendo su serie, ya lo he dicho muchas veces, “No me gusta conducir”, brillante. Y su reparto me encanta: Quim Gutiérrez, Juan Diego Botto, Mikel Losada e Iñaki Ardanaz, parten la pana. Pero curiosamente, a pesar de los acertados ingredientes, la cosa no cuaja, al menos del todo. ¿Entretiene? Sí. ¿Tiene su emoción y su gracia? También. Pero no acaba de funcionar. Se presenta como un resultado imperfecto, inacabado. A su guion le falta chicha, enjundia, salsa. Se queda a medio gas. Ni acaba de ser del todo una comedia, aunque tenga sus gracias, pero tampoco un concienzudo drama, de los que la sensibilidad aclama, que hable de esos padres ausentes por cuestiones laborales o marcadas por la sociedad de una época. La veo sin problema, pero no me marca.
Pues lo dicho. Sean felices y, si pueden, disfruten de esas dos maravillosas aventuras que son la paternidad y el cine. A mí ambas me encantan.
P.D: Mañana o pasado publicaré mi último “Claquetómetro”. Disfruten, mientras tanto, de la vida y de esta entrada. Y del cine, siempre del cine….

Cómo no te va a gustar la historia de un padre, músico y actor? 😀
Claro, ya lo de ir a gimnasia rítmica, peor, si fuera a fútbol, y los padres fueran músicos y actores, te habría gustado más jejeje
Anotamos, ‘always’!!
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Todo lo que tenga que ver con ser padre cultureta es bienvenido, …. ¡Je!!
Firmado: un padre cultureta. 😉😉
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