Termino mi ciclo dedicado a Wong Kar-Wai organizado por la productora / distribuidora AVALON en colaboración con varios cines de la geografía española. En mi caso, veo todas las películas en mis queridos cines RENOIR, de la plaza de los cubos de mi, igualmente, querida Madrid. Sigo entregado al cine de este genial señor cuyo universo fílmico es todo un abanico de sensaciones, emociones y sentimientos.
Su cine me encanta. A veces lo entiendo más, a veces menos, porque no es nada fácil desde el punto de vista narrativo, pero siempre me atrapa. Me fascina. Me sacude. Me conmueve. Su virtuosismo visual es de un cuidado y una sensibilidad tales, que mi cuerpo se estremece siempre ante el torrente de bellas imágenes que pasan ante mis ojos. No sólo. También ante mis oídos. Porque el gusto que tiene este muy valorado director coreano para introducir la música en sus fotogramas es, al menos para mí, simplemente sublime. Boleros que invitan a bailar y soñar, cellos “alterados” que acaloran la sangre, apasionados tangos de Piazzolla que llenan de nostalgia y tristeza el alma, canciones pegadizas del pop más retro o actual que desbordan alegría y emoción, a partes iguales, y apuntan directos al corazón… da igual la pieza. Su gusto melómano es perfecto. Su poder extrasensorial absolutamente “desarmante” y conmovedor. Sus historias, donde siempre se mezclan la violencia, el amor, la pasión y el sexo, me gustan, pero es su estilo formal el que realmente me pone la piel de gallina, me enloquece y me deja absolutamente KO, fuera de juego. Me termino las 7 del ciclo, pero me vería otras 7, 70, 700, … Sólo una pena le pongo a Mr. Wong. Sí, una. Que no ruede más a menudo. Sus seguidores, nos quedamos un poco huérfanos cada vez que devoramos cada uno de sus estrenos. Eufóricos por lo vivido, pero, siempre, con ganas de más. Mucho más. Esperaremos al siguiente con fe ciega. Mientras tanto, hablemos de las tres últimas cintas vistas en pantalla grande, como tiene que ser.

“2046” (Dir: Wong Kar-Wai):
Fantástica especie de secuela / continuación de “In the mood for love” / “Deseando amar”. Una habitación, la que da título a la cinta, la número 2046, un hombre, varias mujeres, un amor en el recuerdo, la pasión desenfrenada en el hoy, la nostalgia romántica del ayer, un presente, un futuro, un pasado, y esos boleros… Un hombre intentando escapar a su yo anterior. Un escritor hablando del mañana. Todo ello, y mucho más, aderezado por un virtuosismo visual casi prodigioso en una peli tan apasionada como sugerente. Planos elegantes, María Callas, comida asiática, juegos de mesa, el amor, el deseo, mujeres entregadas, al sentimiento, también al sexo, y un hombre lleno de deseo carnal, pero con el corazón en otra parte, en otro momento, intentando superar sus días de antaño, pero disfrutando de cada momento del presente, inspirándose a la vez en una novela sobre el futuro… Sobresaliente collage. Complicado desde el punto de la sinopsis, maravilloso desde el plano de los sentidos. Otro de sus “must”, como se dice ahora.

“Días salvajes” / “Days of being wild” (Dir: Wong Kar-Wai):
Un reloj, el paso del tiempo, el amor y la pasión, una vez más, el deseo de conocer el origen, el miedo a comprometerse, un tren, un paisaje selvático y más música latina sobre otro puñado de poderosas y sugerentes imágenes. De nuevo, WONG KAR WAI en estado puro. Quizá más sencillo, es una de sus primeras obras, en el fondo, pero igual de comprometido con la forma. Bella historia de jóvenes desorientados en busca de algo que dé sentido a sus vidas, aunque tengan que perderlas para ello. Desde una madre biológica que cure un trauma, a un amor al que poder seguir de por vida. El deseo de un futuro mejor, entendiendo primero el pasado. El final de un viaje. O el principio de otro… Filipinas. El calor. La humedad. De nuevo el deseo. El azar. Y el tiempo. Una vez más. Que lo encierra todo. Eso o lo contrario. Quien sabe. Pero qué más da. Wong vuelve hacerlo. Nos desorienta, nos descoloca. Nos confunde. Pero nos vuelve a engatusar. A embrujar con sus icónicas escenas. Sus bellas estampas. Sus maravillosas tonadas. En el momento justo. Cuando deben sonar. Otro filme jugoso. Lleno de sabor del que disfrutar. Muy recomendable, igualmente.

“Fallen angels” (Dir: Wong Kar-Wai):
Quizá la peli con la que menos conecto de su filmografía. Con planos para el recuerdo (esa pareja en moto a toda mecha bajo túnel), como siempre. De los que no se borran ni de la retina ni del cerebro, tampoco del corazón. Pero con una historia nuevamente compleja (está claro que al señor Kar-Wai lo de la sencillez le parece de cobardes) y atractiva. Dos “socios”, una prostituta y un asesino en serie, que apenas se conocen. Otra “mujer de la noche” que el azar pondrá en el radar. Dos historias en una, en un Hong-Kong peligroso, nocturno, … Violencia salvaje. Deseo igual de desbocado. El calor sofocante de una ciudad. La soledad de los sórdidos inmuebles en una gran ciudad asiática. El silencio de un mudo. Y latas de piña caducada, ya todo un referente en el universo del creador coreano. Todo un cóctel entre el surrealismo absoluto y el realismo violento de un manga japonés. Deseo, peligro. Sangre y gemidos. Y humo, mucho humo, … como en todas las películas de nuestro honrado director. Un brebaje salvaje, seco, atrevido, áspero, difícil de digerir, pero que “emborracha” y “coloca” a muerte. Unos “ángeles caídos” sobreviviendo a una realidad que no les pertenece u ojalá nunca les hubiera pertenecido, en un infierno que nada tiene que ver con ese cielo al que aspiran pero que, probablemente, nunca alcanzarán. O quizá, sí. Quién Sabe… Sólo el autor y su mente lo tienen claro. Yo no, pero me da igual. Mi corazón, mi mente y mi cuerpo, lo disfrutan igual. Sr. Kar-Wai. Yo lo tengo claro. Siempre seré su fan.
