Cual navegante que lleva varios días perdido en el mar, a la deriva, sin comida, desorientado y sin rumbo, nos hemos sentido estos días los amantes del cine. Veíamos como todos los estrenos se iban cancelando y posponiendo sus fechas para momentos menos inhóspitos que el que estamos viviendo. El virus trastocaba nuestros planes de visionado y dejaba las salas con cada vez menos y menos películas que ver. Y cada vez con menos y menos público (las cifras de taquilla son demoledoras). Pero hay momento para la esperanza, para volver poco a poco a la normalidad y, cual bucanero que grita a los cuatro vientos – ¡¡¡ Tierra a la vistaaaaaaaaa!!!-, podemos exclamar con fuerzas lo de – ¡Estrenos a la vistaaaaaaaa!!!
– Y amén. Llega el puente de la Constitución y las Navidades y las distribuidoras y productoras han tenido a bien traer algunas de las películas que tenían guardadas en sus cajones durante estos meses, de cara a darle un poco de vidilla a esas salas de cine hambrientas de taquilla y a esos espectadores insaciables con sed de nuevos títulos en la cartelera. A partir de este viernes podremos ver varios títulos muy esperados, como la española “El verano que vivimos” (con la pareja de moda Blanca Suárez-Javier Rey), la cinta familiar “En guerra con mi abuelo” (mis peques están deseosos de verla) o las independientes y alabadas por la crítica “Kajillionaire”, “Beginning” o “Volver a empezar” (aquí es mío el gran deseo). También en breve tendremos lo nuevo de la Coixet, “Nieva en Benidorm”, uno de los éxitos del cine indie “My Mexican Bretzel”, una de las sorpresas del cine europeo como es “Martin Eden” o la cinta que se ganó el corazón y el aplauso del público (premios incluidos) en el último festival de Málaga “El inconveniente”. Por no hablar de las Navidades, donde podremos volver a disfrutar de Gal Gadot y su “Wonder Woman”, o de Anthony Hopkins y Olivia – “La reina” – Colman en la aclamadísima “The Father”, de la segunda parte de “Los Croods”, de la comedia dispuesta a reventar la taquilla española “Mamá o papá” (a ver si se hace un “Padre no hay más que uno” y alegra u poco la economía cinematográfica), o del reestreno de mi adorada “In the mood for love”. Hay esperanza después del abismo, “agua después de la sequía”, “luz tras la oscuridad”.
Mientras que llegan esos tiempos del disfrute me tengo que conformar con dos películas a las que le tenía ganas, hablaban muy bien de ellas, pero que me dejan más frío que frío, o más bien, helado en una cartelera gélida que ya va necesitando de más y más calor.

“Ondina. Un amor para siempre” / “Undine” (Dir: Christian Petzold):
Ni me entretiene ni me emociona la nueva película del siempre cuidado por la crítica Christian Petzold. No entiendo el fervor de esos periodistas especializados por esta su nueva obra, tampoco por algunas de sus anteriores, la cual no sólo se vino con dos premios bajo el brazo del último Festival de Berlín (el de mejor película de la Fipresci y el de mejor actriz), sino que ha alcanzado dos nominaciones a los muy “cotizadísimos” y codiciadísimos premios del cine europeo (concretamente los de película y actriz). Yo me quedo más frío que la gran cantidad de agua germana que sale durante su metraje. No conecto nada con esta reinterpretación de la leyenda de la ninfa acuática “Ondina” y de su transposición, trío amoroso mediante, al Berlín actual. Me encuentro totalmente distanciado de lo que pasa en pantalla y no consigue sacarme de mi aburrimiento ni siquiera sus dos fantásticos actores (Paula Beer y Franz Rogowski). No sé si pretende ser metafórica, si hay algo que me pierdo y todo tiene doble lectura, pero yo no consigo salir del sopor. Sólo me “vengo un poco arriba” cuando suena el maravilloso Adagio en Re menor del Concierto para Clave BWV 974 de Johann Sebastian Bach, que me llena de emoción el alma. Lo demás no va conmigo. Otra cosa tiene buena, sólo dura 90 minutos. Avisados quedan.

“Los europeos” (Dir:Víctor García León):
Si “frozen” me deja “Ondina”, no mucho más tibio lo hace “Los europeos”. Tenía muchas ganas de ver esta cinta española que había generado muy buenos comentarios en el Festival de Cine español de Málaga de este 2020 y que se había estrenado directamente en VODAFONE TV, sin paso previo por las pantallas de cine. El momento pandemia y la escasez de estrenos había tenido a bien recuperar para las salas de cine esta cinta de nuestra filmografía y mis ganas de verla, y más en una gran pantalla, eran enormes. La ilusión con la que entro en la sala no tiene nada que ver con el estado de ánimo con el que salgo. Esperaba una comedia a la antigua usanza llena de enredo y gracia verbal interpretada por dos grandes Raúl Arévalo y Juan Diego Botto, entretenida y disfrutable. Me encuentro con una cinta anodina, ni comedia ni drama, que ni me engancha ni me entretiene y que más que a la antigua usanza, la encuentro viejuna. No acabo de conectar con esta historia de dos amigos dispuestos a pasar el verano de su vida en una Ibiza cosmopolita y fiestera en plenos años 50, cuya estancia se complicará cuando uno de ellos, el más tímido y cerrado, se enamore de una bailarina francesa de nombre Odette. Un guion “desenfocado”, que ni me hace reír ni me conmueve, y una historia sin mucho meollo, un tanto repetitiva y anodina, me alejan de una película que tiene el encanto de cierto cine retro, pero que no acaba de cuajar, convirtiéndose en una propuesta un tanto “demodé y viejuna”. Lo mejor, sin duda, su dúo protagonista. Raúl Arévalo cumple, como siempre, perfectamente con su personaje (aunque quizá en un registro que le hemos visto demasiadas veces) y un recuperado Juan Diego Botto se entrega, en cuerpo ya alma, y borda un papel de caradura con encanto y pasta, que le va a dar más que una alegre nominación en esta temporada de premios. Una película “sin saboooor”, como diría Samantha, al que un poco de “sal y pimienta” en el guion y los diálogos no le hubieran venido nada, nada, mal. Insulsa. Nada sabrosa. No de mi gusto, aunque para gustos, los colores. ¡Hasta pronto, «hoymevoyalcinemaniacos»!!!!
