Renée, Adam, Adú, los Oscar y los demás

Hay películas cuyo obligado visionado responde sólo a la interpretación de uno de los protagonistas. Son vehículos de lucimiento de estrellas en los que el trabajo de los mismos suele estar por encima de la cinta que protagonizan. Es el caso de las dos películas que veo esta semana. Dos largometrajes que tienen su mayor reclamo en las dos estrellas que las protagonizan. En un caso, la muestra del como siempre sobreactuado Adam Sandler (actor que no me gusta nunca nada; menos en su faceta gamberra y de “comedieta” familiar) puede ser también un gran actor y bordar un personaje al límite al más puro estilo “Al Pacino”; en el otro, el “coming-back” de la antaño exitosa y hoy en día un tanto desenfocada y desparecida del mapa Renée Zellweger, la cual ha regresado por todo lo alto, mutando en Judy Garland, y dispuesta a llevarse este año, incluso, el codiciado Oscar.

A ella le añado una película protagonizada por un niño. Adú se llama su personaje. No es famoso, pero no necesita serlo, no necesita apedillarse Zellweger o Sandler, ni De Niro, Di Caprio o Roberts; no necesita nada para bordar su papel, para llenar de vida la pantalla. Simplemente, se limita a transmitir verdad en la misma, y se sale. Al menos a mí me conmueve. Vamos con ellos.

 

“Diamantes en bruto” / “Uncut Gems” (Dir: Hermanos Safdie):

“Mucho ruido y pocas nueces” se podría titular este thriller estrenado solo en Netflix (no pudo visionarse en salas) sobre un joyero “trapichero”, mentiroso y fulero, que ve como su vida se pone al límite del abismo, desde el momento que le llegan unas gemas sin pulir que ha comprado directamente a África. Y cuando digo ruido, ese ruido es real, atronador, es más, y no una metáfora, porque todo en el filme está rodado con un estilo anfetamínico, desquiciante y “farlopero” (como si sus creadores, los modernos y muy “cool” hermanos Safdie, hubieran grabado todo bajo los efectos de una raya de coca), que a mí no es que me saque de la película, sino que me lanza totalmente fuera. Y no puedo negar que se ve sin pestañear, que te engancha porque quieres saber qué va a ser de este mentiroso compulsivo y del órdago trilero que se ha marcado con un buen puñado de personajes de lo más chungo de la ciudad de Nueva York. Y no puedo negar que es entretenido, porque lo es; y que se ve in pestañear, porque lo haces; y que Adam Sandler borda este hombre entre lo entrañable y lo cretino, entre lo infantil y lo psicótico; es verdad, pero su espíritu “modernnil” y “espídico”, sumado a que no sientes , al menos yo (y eso que me encariño hasta con las piedras), ningún tipo de empatía por su protagonista, haga que el viaje sea exhaustivo y agotador. No es mi película. Lo mejor, eso sí, su impactante final. Al menos, yo, no me lo esperaba.

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 “Judy” (Dir: Rupert Goold):

Y si “Diamantes en bruto” se pasa de moderno y “cool”, “Judy” lo hace de lo contrario. Convencional, demasiado tradicional, demasiado “blanco” es como se podría definir este “biopic” de Judy Garland que se centra en los últimos años de esta. En concreto, en una serie de conciertos que dio en la ciudad de Londres, donde la amaban, para solventar sus deudas económicas y así poder retomar su “desnortada” vida familiar. Esos días aprovechará, nosotros los veremos a modo de “Flashbacks”, para hacer balance de lo que ha sido su vida y el por qué se ha convertido en la mujer deprimida, desquiciada, inestable, insomne y en definitiva infeliz que es. Y le pasa un poco a lo que le pasaba a “Bohemian Rhapsody”. Todo se deja ver. Nada molesta. De hecho, yo la vi con agrado y sin problema. Pero nada más. Nada llega a emocionar ni a ser vibrante. Un correcto filme biográfico, muy al estilo “mainstream” americano (para todos los públicos), que tal cual lo ves y disfrutas, tal cual lo olvidas. Lo mejor, sin duda, Renée Zellweger, la cual se deja la piel en este “coming back” (como llaman los anglosajones a una vuelta por la puerta grande) que la vuelve a poner en el foco como la gran actriz que es (aunque mi hermana diga lo contrario, ¡je!). Es verdad, que para mí lo hace bien, pero no para ganar el Oscar (encuentro muy superiores a la Johansson, a la Ronan e, incluso, a la Theron), destacando, eso sí,  en sus momentos musicales, no tanto en los textuales (donde vuelve a darnos todo un recital de muecas y tics, que nos vuelven a asemejar a la actriz, al menos a mí, con un hámster comiendo frutos secos). Es cierto también, que los americanos dicen que clava su transmutación en la Garland. Yo no tengo tanto control de la actriz de “El mago de OZ” para poder corroborarlo. Pero debe de ser así cuando se ha llevado todos, y cuando digo todos es todos, los premios de la temporada (a pesar de su feroz competencia femenina dentro de la categoría). Conclusión: entre correcto y notable “biopic”, con “menos chicha que limoná” (como dirían en mi pueblo), donde reina la Zellweger, pero que se ve y disfruta la mar de bien, aunque no te acuerdes de él ni en un santiamén.

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 “Adú” (Dir: Sebastián Calvo):

Nunca hubiera pensado ir a ver “Adú”. No había nada que me llamara a ello. Pero una serie de hechos (su taquillazo en el “box office” español, sus comentarios positivos en las redes, sus actores y su temática, …) hicieron que me empezara a picar la curiosidad y a sentirme atraído por ver esa cinta de la que apenas me había percatado en la cartelera. No puedo decir que sea un peliculón, no lo es. De hecho, es un drama más que convencional de temática social sobre un tema concreto, la inmigración, y otro más general, África. Desde el punto de vista narrativo y cinematográfico he de decir que no me aporta nada nuevo. De hecho, a veces hasta cae en los clichés de género, tirando a un guion con tendencia a lo simplista y facilón. Pero, emocionalmente, yo me entrego a la película. Me engancha de principio a fin este filme sobre tres historias entrecruzadas: 1) la del drama de la valla de Melilla y la de unos guardias civiles intentando impedir que entren los inmigrantes ilegales; 2) la de la caza furtiva en el continente africano; y, 3) sobre todo, la de un niño, africano, el que da título al largo, que intenta emigrar, obligado por sus circunstancias, fuera de su continente. Lo que me cuenta me llega directo al alma y me conmueve. Me hierve la sangre (porque está pasando ahí al lado y no hacemos nada para arreglarlo) y me estremece. Y, en definitiva, me atrapa de principio a fin. Sobre todo, quiero saber qué va a ser de “Adú”, alguien que ejemplifica perfectamente, el horror de todos esos niños, mujeres, hombres, jóvenes, ancianos, … que abandonan sus casas, sus familias, sus parajes, sus culturas, en definitiva, su vida, en busca de un mundo y una vida mejor, para toparse de bruces con un mundo hostil y vil, que no hace otra cosa que ponerle todo, como mínimo, casi imposible. Para que luego la gente frivolice con los inmigrantes. Una película que, quizá no desde el punto cinematográfico, pero sí, desde el humano, todo el mundo debería de ver.

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P.D: Me voy a la cama. No vienen los Reyes Magos, pero sí los Oscar y pienso levantarme, para saber en primicia, todo lo que da de sí la noche. A ver qué regalos nos traen este año. Prometo manteneros informados. Palabra de bloguero trasnochador.

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