Algunas reflexiones sobre los Oscar.

Domingo. 23:00h. Como todos los años desde que tengo uso de razón, siendo bien pequeño (sí, uno fue cinéfilo, desde bien chiquito), me acuesto dispuesto a levantarme para ver a ceremonia de los Oscar. Da igual que me haya pasado el fin de semana esquiando y llegue agotado. Que esté exhausto, porque no he parado en tres días de deporte y turismo, y que muera por dormir. Da igual, insisto. Suena el reloj a las 1:00 horas y un servidor está arriba. Sin pensármelo. De un solo movimiento. Tras una pequeña minisiesta nocturna de menos de dos horas, ahí estoy yo enfrente de la tele, siempre acompañado de “mi doña”, que aparte de ser lo más, es una santa, y me acompaña año tras año en mi desvele cinéfilo nocturno, dispuesto a disfrutar de la gran noche del cine. Y no importa el cansancio. Nada. No cierro en ningún momento el ojo. Me entrego en cuerpo y alma a la ceremonia. Y la disfruto como cuando era un crío y soñaba con algún día en estar allí. Ya soy un “señoro”. Un tanto viejuno. Pero siigo soñando, no lo crean. Por eso que no quede. Pero, mientras eso llegue, me limito a gozar de la ceremonia y a sacar las siguientes conclusiones.

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“Emilia Pérez” VS “Anora”.

La carrera de los Oscar ha empezado. De hecho, ya está en marcha. Y desde que se presentaron en el último Festival de Cannes, donde se convirtieron en verdaderas sensaciones, siempre ha habido dos cintas claras favoritas para encumbrase en la ceremonia de este año. Ambas dos películas originales, diferentes, alternativas y muy disfrutables. Me refiero a “Anora” y “Emilia Pérez”.

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“ANORA”. Gran Sean Baker en vena.

Ya he confesado aquí mi devoción por el cine de Sean Baker, autor norteamericano que nos ha conquistado con esa peculiar manera de retratar la cara B del sueño americano, trayendo a la pantalla a desheredados y maltratados por un sistema y una sociedad que tiene menos miras para los que están más abajo, creando un mundo lleno de desigualdades y diferencias, que el creador americano sabe muy bien reflejar. Pero siempre haciéndolo desde un prisma luminoso y con mucho sentido del humor, con muchísima humanidad y empatía hacia sus personajes, lo cual aporta a su cine una dimensión positiva que enriquece claramente cada una de sus cintas, siendo igual de efectivo, pero sin caer nunca en el dramatismo más tramposo y trágico. Además, sus películas desprenden esencia del mejor cine independiente, tanto en su cuidado aspecto formal como desde el punto de vista narrativo, teniendo siempre por protagonistas a “outsiders” y “sin suerte” que sobreviven en la jungla del capitalismo extremo y de las pocas oportunidades que les regala el engañoso sueño americano.

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De porno y segundas oportunidades.

Existe un género en sí mismo que es las “Pelis de segundas oportunidades” (también está el del porno, pero de ese mejor no hablo, no soy ningún experto, … ¡je!, palabra). Sí, el de las películas de volver a empezar. De reiniciar. De intentarlo de nuevo. De haber tocado fondo y hacerse un “ave fénix”. Salir de las cenizas y remontar el vuelo. Mirar de nuevo hacia adelante y tirar “pa´rriba”. Dejar atrás el “embarrado” pasado y volver a la casilla de salida. Al inicio. Al principio de todo. A darse “chance” y regalarse uno mismo una nueva oportunidad. Para esta vez, no fallar.

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