Honesto positivismo cinéfilo.

Soy un tío optimista. Los que me conocen lo saben. Una persona que, ante la adversidad, a pesar de sus inseguridades y ansiedades, que las tengo, como todo el mundo, muchas, suele ver siempre el lado bueno de las cosas. No me gusta la negatividad. Nada el conflicto. Y menos aún la destrucción innecesaria, algo a lo que suele tender mucho la sociedad, casi es un deporte, básicamente porque es gratis y porque siempre es más fácil ver lo negativo que lo positivo. Siempre es más fácil criticar que construir.

Algo que me suele pasar también cuando voy al cine. En general, disfruto tanto de las proyecciones que siempre intento quedarme con lo bueno, más que con la fácil postura de machacar por machacar. Siempre intento verle lo positivo de lo que visiono. Lo valioso de lo que ven mis ojos. Algo que me permite disfrutar muchísimo más de mis incursiones a la sala de cine, y en general de todo en la vida, que aquellos que se ponen a poner pegas a todo. Es una manera de vivir que se la recomiendo fervientemente ya que hace a uno ser mucho más feliz.

Pero no es verdad lo de que me guste todo, como alegan mucho en relación con este blog. Si bien es verdad que voy a ver siempre productos muy ensalzados por la crítica o abundantes de comentarios positivos, selecciono muy bien lo que voy a ver, lo que hace que me suela encontrar con productos siempre de lo más valiosos. Y que antes de ser negativo ante un producto cinematográfico intento ver todo el trabajo que hay detrás (es muy fácil lo de criticar algo sin más), que suele ser mucho. Pero también, ante todo, soy honesto. Y si no me gusta no me gusta. Es el caso de esta semana. Veo dos filmes que me dejan insatisfecho, a medias. Esto es lo que me provocan.

“Extraño río” / “Estrany riu” (Dir: Jaume Claret Muxart):

            Tenía las expectativas muy altas con “Extraño río”. La crítica hablaba de ella como un sorprendente y sensible retrato del despertar homosexual en la edad adolescente, que mezclaba con sutileza drama con realismo mágico. Había ganado varios premios en festivales de prestigio internacional. Esperaba que me cautivara, me hipnotizara. No lo consigue. Me quedo absolutamente fuera de esta propuesta de cine de autor de esencia experimental. Se centra en la crisis sexual y personal de un adolescente en ese difícil momento llamado pubertad. Concretamente nos muestra sus vacaciones de verano en compañía de su familia recorriendo tierras germanas en bici. Y como en ellas, un enigmático río, metáfora del discurrir de la vida, y de la llamada del sexo, le atrapará.

            Todo se me hace alargado, aburrido. Me resulta pretencioso y demasiado manido, poco original. Su naturaleza metafórica hace que me pierda, que no entienda nada. Su faceta más naturalista, que me desconecte. No engancho en ningún momento. Quizá me pierda algo, la sala está llena y tiene mucho prestigio la cinta. Pero no consigue provocarme nada. Ni frío ni calor. Me acabo desesperando con sus alargados (y eternos) planos estéticos. No me hace fibrilar su poesía ni su supuestamente magnética sensibilidad. Durando poco, se me hace larga. Y una pena, porque me hubiera encantado zambullirme de pleno en este “Extraño río” y haberme dejado apasionar por su lírico “caudal”. Pero quizá sea uno y su personal percepción, a muchos otros les encanta. Juzguen ustedes.

“The smashing machine” (Dir: Ben Safdie):

            Tampoco me convence “The smashing machine”. Acudo a ella porque sus dos actores principales, Dwayne Johnson y Emily Blunt, suenan en muchas papeletas para las nominaciones de los Oscar de la próxima edición. Y es verdad que están fenomenal. “La roca” demuestra que es algo más que un cuerpo lleno de músculos y se entrega física y emocionalmente al personaje principal, se lanza de cabeza, quiere su OSCAR, y Emily Blunt que es capaz de bordar sea cuela sea el personaje que se le plantee, como el de esta «choni» americana, inestable y caprichosa, que llena de vulnerabilidad e inseguridad a su pareja.

            El resto ni fu ni fa. Habla de los ascensos y las caídas y recaídas de un luchador de WRESTLING enganchado a los opiáceos y a su mujer, sus dos puntos débiles de cara a cualquier triunfo que se precie. Refleja, de paso, a modo casi de documental, el mundo de la lucha libre. Pero todo es demasiado superfluo y frío. No me atrapa. Me aburre, incluso. Su director ha querido dotar a todo de veracidad, la hay, pero se ha olvidado de la emoción cinematográfica. Predispone veracidad a garra. Continente a contenido. Raciocinio a emoción. La veo a la vez que la olvido. Ellos dos muy bien, entendería perfectamente la nominación de ambos. También la música, así como la ambientación y la estética. El resto, olvidable, al menos para el que suscribe estas líneas.

            No consigue emocionarme en ningún momento. Y a todo le falta algo. Me resulta muy fría y, como el tema es que tampoco se de mi gran devoción, desconecto en gran parte del metraje. No dura mucho y también se me hace larga. Aplaudo a sus actores, no tanto a la cinta. Quiero que termine. Lo cual no deja de ser una mala señal.

            Pues así sería lo de mi visita a las salas la pasada semana. Espero que las siguientes me deparen mejores y más apasionantes productos. Seguro. Porque es otoño y la cartelera que viene promete. Aquí estaré yo para informarles de todo. Sean felices. Se os quiere, mis adorados “hoymevoyalcinemaniacos”.

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