Los puntos seguidos y finales de la vida.

            La vida es como un texto. Con su inicio y su final. Entre medias, el contenido. Que puede ser más sencillo y directo, a base de coordinadas y menos figuras retóricas. O más complejo y rebuscado, a base de subordinadas y una mayor variedad de figuras literarias. Hay partes más simples, otras más complicadas. Unas más minimalistas, otras más historiadas. Unas más divertidas y jocosas, entretenidas y dinámicas; otras más tristes, dramáticas y ralentizadas. Como la vida misma.

            Y para organizar todo, los signos de puntuación. Equivalentes a las pausas vitales. Como esas comas o puntos seguidos, que vendrían a ser los paréntesis, los respiros, los descansos, las paradas, … en nuestro devenir existencial. O esos puntos y aparte, que en nuestras existencias serían los cambios de tercios, las reinvenciones, los “volver a empezar” o  los “empezar de nuevo”, las etapas.

            Y luego está ese punto final, cuando ya no queda nada. Cuando se llega al acabar y la muerte nos llama. Cuando la oscuridad total nos devora, nos anula, nos atrapa.

            De eso, de la vida y sus cambios vitales, van las dos películas que veo esta semana.

“Una quinta portuguesa” (Dir: Avelina Prat).

             “Una quinta portuguesa” cuenta la historia de Fernando, alguien que abandonará todo, dejará su pasado atrás, para empezar una nueva vida. Un profesor de universidad que, en un momento vital de angustia, desesperación, tristeza, pérdida, decidirá dar un cambio radical a su vida y convertirse, directamente, en otra persona.

            El resultado es una bonita, sencilla y muy original, película, que habla de las cosas importantes de la vida, de nuestra existencia. Un largometraje minimalista, a base de secuencias muy sencillas, una trama muy directa y nada compleja, pero llena de belleza, inteligencia, sentido y sensibilidad. Imposible no dejarse atrapar por la historia de Fernando/Manuel. Imposible no seguir sus pasos y ver qué le deparará el destino. Como imposible no rendirse a la interpretación de su actor, fantástico Manolo solo, como ese ser reinventándose a sí mismo y dándose una segunda oportunidad, quien, muy bien acompañado por María de Medeiros, entre otros, crea un fascinante personaje, con el que tendremos empatía desde el primer momento.

            Cine de autor español de calidad. De gran poso literario, recordándome a autores como Juan José Millás y Paul Auster, entre otros. De reflexión política, con temas como el colonialismo en África o la guerra de los Balcanes. Una película calmada, sin prisas, sobre el verdadero quiz de la existencia, que, cual fado portugués, te encandila y emociona. Abstenerse devoradores de tramas de infarto e intrépidas. Esto va de otra cosa. De pausas y del paso del tiempo. De miradas y silencios. Pensamientos y filosofía de vida. Del hoy, del ayer y del mañana.

            Una película diferente que yo, a aquellos que aman el cine, os recomiendo plenamente. A mí, me gustó un montón. Vamos, que me encanta.

“El último suspiro” / “Le dernier soufflé” (Dir: Costa-Gavras).

             No me gusta mucho, sin embargo, “El último suspiro”. Tiene un gran director, Costa-Gavras. Un prometedor inicio y un perfecto cierre. Un tema interesantísimo, la muerte, el punto final. Y dos actores protagonistas, soberbios, Denis Poudalydes y Ked Merad. Pero su desarrollo y enfoque no me convencen.

            El tema no me puede interesar más. La muerte digna, los cuidados paliativos, nuestras decisiones finales previa al definitivo “The end”. Me encantan sus dos personajes principales, un médico y un filósofo escritor, que el destino hará que se conozcan y pongan sus puntos de vista, uno más científico, el otro más filosófico,  sobre el final de la vida, que no la muerte, en común. Me gusta que hay unas reflexiones interesantísimas sobre la vida y la muerte y están tratadas con inteligencia y saber. Pero el desarrollo lo encuentro reiterativo y un tanto artificioso, al mostrarme un sinfín de casos diferentes de una unidad de paliativos de un hospital. No me llega su meollo, su parte central. A veces, ese momento de la familia gitana, me resulta incluso artificioso.

            Eso sí, me merece la pena su visionado, dado que su foco en la muerte digna es algo que me interesa a rabiar. Son muchas las cosas que la ennoblecen y elevan, pero no me llega arrebatar. Me resulta un tanto enciclopédica, de manual, en su parte central. Pero, esto es a mí, siempre. Fui con una gran amiga, y a ella le encantó, por ejemplo. Y es lo que tiene la magia del arte, que cada uno tiene sus gustos, cada uno tiene su opción.

            Os dejo, hasta nuevo aviso, no sin recordarles, como siempre, que aprovechen cada una de las palabras de su “texto”. Cada una de las frases, de las comas, de los puntos seguidos, de los puntos y apartes. Cada sílaba, cada letra, … Sáquenle jugo a cada “párrafo” de su narración, porque nunca se sabe cuando llega el punto final. El definitivo. En ese en el que todo se acaba y ya no hay vuelta atrás. No lo olviden, mis queridos “hoymevoyalcinemaniacos”.

2 comentarios sobre “Los puntos seguidos y finales de la vida.

  1. Si te lee algún profesor de «lengua», bien antiguos propios (o no) tuyos, bien actuales compañeros, no podrán estar más orgullosos de tus posts, cómo lo estamos nosotros!

    Nos encanta sacarle todo su jugo a ellos, como tú lo haces a la vida, como dices aunque te dé limones, también traen jugo aprovechable 🙂

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    1. ¡Qué majo!! Desde luego tuve unos profes de lengua inmejorables, que me enseñaron mucho no solo de la asignatura sino de la vida, la cual, cada vez me doy más cuenta, hay que disfrutarla a tope, rodeada de gente tan genial como mí contrablogger.
      Un súper abrazo:
      Felipe.

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