Acudir a un estreno de Almodóvar es para mí es algo más que ir al cine. Es todo un evento. Desde que descubrí, desde muy pequeño, su original e inimitable cine, caí rendido a cada una de sus fascinantes películas, disfrutando de sus tragicómicas cintas, llenas de comedia y drama, y con personajes e historias tan extremos como apasionantes. Felicidad máxima que llega a un nivel superior cuando llega a crear obras redondas como las, para mí, maravillosas “Mujeres al borde de un ataque de Nervios”, “Todo sobre mi madre” y “Volver”. Nadie como él ha sabido reflejar el universo femenino; nadie como él ha sabido mezclar el mayor de los costumbrismos de nuestra tradicional España con el más moderno de los cosmopolitismos; nadie como él ha sabido elegir cada uno de las melodías que han conformado sus impecables bandas sonoras; nadie como él a la hora de planificar y llenar de belleza mil y un fotogramas; nadie como él a la hora de regalar papeles bombones a los afortunados actores que han caído en sus manos (quién fuera uno de ellos, … yo también moriría por ser un chico Almodóvar); nadie como él a la hora de combinar colores; de introducir referencias culturales; de hablar de las frágiles barreras de la carne, del deseo, de la pasión, del sexo; … Y así podría seguir y no parar.
Si bien es verdad que encuentro al Almodóvar de las últimas cintas un tanto irregular y al que, desde el punto de vista narrativo, personalmente, le falta sutileza en la escritura, mezclando escenas magistrales con otras que no acabas muy bien de entender qué hacen ahí, todas sus películas tienen algo y suelo caer rendido a muchos de los elementos que las conforman, parámetros que pueden ir desde sus diálogos, a sus bellísimas estampas, a sus magistrales castings o a los polémicos temas por los que indaga…
Por eso cuando se apagan las luces, empieza a sonar esa música que sólo él sabe elegir como él elige y empiezan esos inimitables créditos que acompañan a cada una de sus películas, la piel se me eriza y mi alma me llama. ¡Que empieza!! Y, de este modo, me entrego en cuerpo y espíritu a comprobar de primera mano qué es lo que la última obra del manchego más célebre nos depara. Unas veces me apasiona, otras me dejan más a medias, pero siempre algo me regala.
Esto es lo que me pareció su última película, “La habitación de al lado”.

“La habitación de al lado” / “The room next door”. (Dir: Pedro Almodóvar).
Confieso ir a ver con cierto miedo o prudencia “La habitación de al lado”. He escuchado de todo (comentarios excelsos, otros no tanto), y teniendo en cuenta que soy más fan del Almodóvar primigenio y que el último lo encuentro un poco más desenfocado e irregular, temo no sentirme sublimado, algo que por otro lado me encantaría.
No es así. Me gusta mucho “La habitación de al lado”. Me parece una sencilla y muy sobria película, delicada y sensible, minimalista y muy bella película, en torno a la relación de amistad entre dos mujeres que se habían distanciado, cuando una ha de enfrentarse a la muerte y decide hacerlo, sin miedo, de cara, a bocajarro.
Si bien es verdad que la encuentro irregular e imperfecta y que hay muchas subtramas y flashbacks que no me aportan nada, así como muchas metáforas demasiado subrayadas y personajes perfectamente prescindibles, algo más propio de el último Almodóvar, lo que es el núcleo de la película, la preciosa relación entre dos amigas que hacía mucho que no se veían y que verán sus vidas unidas de nuevo por el inevitable trágico desenlace de una de ellas, me engancha de principio a fin y la encuentro llena de poesía, belleza y sensibilidad.
Ya he comentado que hay muchas cosas que quitaría y que, personalmente, no entiendo muy bien el qué hacen ahí, pero hay otros mil elementos que me fascinan y atrapan. Muchos de ellos, incluso, los encuentros sublimes.
Empezando por la trama, de una sencillez aplastante, austera, árida, despojada de cualquier añadido, directa, pero todo un canto a la vida, a disfrutarla desde que empieza cada mañana, a estrujarla y sacarle jugo y vivenciar cada mínima cosa de la que nos acompaña; así como al morir dignamente sin victimismos ni miedos, de cara. Hay que sufrir, dice Almodóvar, pero también gozar, al máximo, como si no hubiera un mañana. Y cuando llegue el final, que podamos entregarnos a él con dignidad.
Me encantan sus dos actrices, ambas en estado de gracia. Nada sería sin la perfecta encarnación de sus tan empáticos como opuestos personajes. Tidla Swinton y Julianne Moore rompen la pana.
Bellísimas sus imágenes. Almodóvar es un maestro de lo visual y aquí vuelve a regalarnos planos y secuencias de las que se quedan pegadas a la retina y al alma. Esa nieve rosa en Nueva York, esos perfectamente ordenados / desordenados cajones que se abren, esos espejismos fantasmales en los reflejos de los cristales, …. Cada fotograma es una obra de arte.
Bellísimo el mobiliario, la arquitectura, el vestuario, … Esas cocinas, esa casa (casi otro personaje más de la película), ese estilismo final del personaje de Tilda, … Cuida cada detalle y se nota. Cada mínimo elemento tiene su aquel, su porqué, ….
Esa banda sonora. Alberto Iglesias crea una partitura excepcional. Cada una de sus notas golpea mi YO sensible. Su música no es de este planeta y en este caso va un paso más allá. Ganará el Oscar este año, acuérdense de mi apuesta. Absolutamente de 10. Magistral.
Las referencias culturales que Pedro tan bien sabe introducir. Esa fotografía de Cristina García Rodero con esas plañideras de luto sufriendo ante la muerte en negro riguroso, contrapunto perfecto de nuestras coloridas y optimistas protagonistas. Buster Keaton, Hopper, el “Erotic Vangracy” de Rchard Burton y Liz Taylor, … tantas alusiones. Pero mi referencia favorita es a ese final de “Dublinenses”, la novela de James Joyce y la película de John Huston, que tan bien sabe parafrasear nuestro manchego universal, con esa nieve cayendo de manera inevitable en el cementerio, como lo hará sobre nosotros la muerte.
En definitiva, una bella película, visualmente impecable, con baches y errores narrativos, pero con una historia de amistad, con la muerte y la vida de fondo, de una honestidad y belleza muy grandes. No para todos los públicos, solo para almas muy sensibles y delicadas, eso sí, así como seguidores acérrimos de nuestro director más internacional.
¡Hasta pronto, mis “hoymevoyalcinemaniacos”!!! Y gocen, que la muerte no avisa y, quizá cuando haga “knock, Knock” a sus puertas, ¡¡¡ya sea demasiado tarde!!! Palabra de disfrutón cinéfilo fan de Almodóvar que no querría morir nunca pero que no le tiene miedo a la muerte. Os dejo, que voy a gozar a tope… y, a seguir viendo cine, eso, siempre.

CLAQUETÓMETRO SEMANAL:
Y así quedaría la cosa con las películas que he visto antes de estrenos…

Ya tenía yo ganas de leerte esta entrada del blog.
Y más, después de ganar en Venecia, qué no lo has dicho jeje
Anotamos las recomendaciones del futuro chico Almodóvar 🙂
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Je!! Tienes razón. A veces me quedo con ganas de decir muchas más cosas, pero no quiero que el post se alargue.
Y eso que Almodóvar se merece millones de palabras y de aplausos.
Un abrazo grande.
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