Chazelle y su descomunal «Babylon».

Damien Chazelle es uno de esos directores que en poco tiempo y  con apenas cinco películas en su haber, se ha convertido ya en todo un tótem del cine actual. Sus cintas desprenden buen hacer, autoría y, lo que es más importante, un amor inconmensurable, infinito, inabarcable, por el cine. Se ve, se palpa, se siente, que cree en lo que hace, se estampe o no, y cualquiera de sus proyectos, desde el más convencional “First Man” a este inclasificable su “Babylon”, tienen elementos suficientes para que cualquier amante del séptimo arte disfrute a mansalva con cada una de sus creativas, estudiadas y potentes, secuencias.

Al menos yo, me declaro fan de su cine. Sin haber visto su ópera prima “Guy and Madelaine on a Park Bench”, confieso haber disfrutado de lo lindo con ese ejercicio de tensión cinematográfica a través de la música que es “Whiplash”; me enganché a todo el metraje de su más convencional pero no menos interesante acercamiento a la era espacial que fue “First Man”; y qué decir de lo que sentí y siento, con la que es una de las obras maestras más apabullantes, originales y bellas de nuestro último cine, que es “La La Land”, la película de la que más he disfrutado en los últimos años en una sala de cine.

Por ello, a pesar de sus encontradas críticas, que la tachaban o de obra maestra o de enrevesado ejercicio fílmico, iba con muchísima curiosidad y ganas a ver “Babylon”. Con el miedo de la decepción, sí, pero también con el gusanillo de mi pasión cinéfila. Esto es lo que me provocan sus inclasificables 3 horas y 10 de metraje. Vamos pues, con esa maravillosa “macarrada” que es “Babylon”.

“Babylon” (Dir: Damien Chazelle):

Empiezo diciendo que “Babylon” es una auténtica salvajada. Un inclasificable viaje cinematográfico. Un “wild ride” sin cinturón y sin frenos al precipicio, al vacío, al ocaso, … Una alocada y descomunal, arriesgada y sin miedos, descarada y sin complejos, carta de amor al cine. Una cinta original, muy original, barroca, excesiva, muy excesiva, y absolutamente desquiciada que te deja todo menos indiferente. O la amas o la rechazas. O te embriaga o te apabulla. O te eleva o te arrolla. Yo caigo rendido a su metraje. Sí, salgo del cine con la pregunta de “¿Qué es lo que acabo de ver?”, pero también absolutamente fascinado ante esta especie de versión oscura de “Cantando bajo la lluvia”, más rollo infierno o barrios bajos, y anonadado ante esta reinterpretación lisérgica y pasada por el filtro de las drogas y otros vicios, lleno de emoción, pasión y gran cine, del clásico de Stanley Donen, al que de manera tan clara homenajea (entre otros filmes) en sus fotogramas.

Y es que “Babylon” es una locura. Una película que no habíamos visto antes, que habla de la pasión por el séptimo arte, pero mostrando también su cara más lumpen, “destroyer” y turbia, a través del retrato de una serie de personajes que habitan los estudios y rodajes de la meca del cine en los años 20, en pleno paso del cine mudo al sonoro. A modo de collage, y en una película concebida, digamos, a base de capítulos, asistiremos a los triunfos y fracasos de nuestros protagonistas, a sus logros y errores, a sus ascensos y ocasos…todo a través de una compleja visión panorámica del mundo del cine que nos mostrará la cara y la cruz, con todos sus claroscuros, del Hollywood clásico de principios de siglo. Un “tuto revoluto” por el que pasarán estrellas de cine, aspirante a ello, mafiosos, directores, productores, músicos, orgías, fiestas, música, drogas, elefantes, jazz, mucho jazz, sexo, bailarinas, violencia, sangre, serpientes, … y tantas, tantas cosas, algunas tan bizarras, … en el que puedes sentir de todo, pero nunca quedarte diferente.

Imperfecta, sí. Porque lo es. Ante tanto riesgo era muy difícil que la jugada saliera del todo redonda. Pero también, muy entretenida, divertida, afilada (con esa disección a tantos temas candentes de la sociedad americana, desde la diferencia de clases al racismo), con un montaje frenético y “disfrutón”, una banda sonora mágica, esa mano cuidadosa, inteligente y apasionada de su director, Chazelle, con un guion original y certero (aunque quizá demasiado ambicioso que haga que a veces pierda el foco, sobre todo en su tercio final), que deja varias secuencias para la posteridad y con un trío de actores fantásticos perfectos en cada uno de sus roles. Diego Calva es todo un descubrimiento, todo fotogenia y empatía. Brad Pitt vuelve a demostrar su “charme” y buen hacer, qué hombre. Pero, personalmente, la película pertenece a una Margot Robbie para el recuerdo, desenfrenada e histriónica, brava y valiente, tan bella como desatada, y totalmente entregada a un difícil personaje que hace totalmente suyo.

En definitiva, toda una experiencia, un tanto extrema, no para todo el mundo (muchos la detestarán), que estoy seguro será recordada durante muchos años. Más de tres horas de gran cine que se pasan volando para rematar con ese redondo final que nos hace recordar aquello de “¡Qué bello es el cine!!! Los amantes de éste y del riesgo, no os la perdáis.  

4 comentarios sobre “Chazelle y su descomunal «Babylon».

  1. Hola Felipe.
    Por fin he podido ver esta pelicula. Creo que he asistido a un espectáculo maravilloso. Una delicia de metraje. He disfrutado mucho las tres horas. Me ha encantado. Gracias por la recomendación. Un homenaje al cine.

    Le gusta a 1 persona

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