Ya he comentado varias veces en este blog que no soy muy consumidor del cine de Terror. Y no precisamente porque me de miedo. Al contrario. No creo en espíritus ni en fantasmas y, aunque en muchos casos dichas películas me inquieten un montón (soy de carne y hueso, no de hierro) y me den buenos sustos (lo que más me gusta de ellas: esa sensación adrenalínica que te dispara el corazón y te lo pone a mil cuando ocurre algo inesperado), no soy de los que me aterrorice fácilmente ante las cintas que tratan sobre ellos. No, a mí lo que me da realmente miedo no son los espectros, las apariciones, los muertos resucitados, los ogros y los engendros, belcebú y todas sus fuerzas del mal, los vampiros y demás “Frankenstein”, los “chupasangres” o los “perros” del infierno… no, a mí lo que realmente me aterroriza es el ser humano, el hombre, cuando éste saca su peor lado, su faceta más irracional e irresponsable, su esencia más violenta y desmedida, su potencial más oscuro y tenebroso. Eso sí que me asusta, créanme, y no responde a otra razón que la de que eso, los efectos de la parte menos “pura y blanca” del ser humano, puede sufrirlos cada uno de nosotros y con más frecuencia de lo que parece. Aquí no hace falta irse al otro mundo o tirar de “ouija” para que uno los padezca, no, aquí te toca, en función de tu azar, suerte y circunstancias, y cuando su devastador efecto arremete contra uno, no hay mucho que se pueda hacer.
Vuelvo a comprobar esto en una sesión doble de cine que puedo titular “del horror”, pero en la que lo curioso es que lo que más miedo me da no son las mascotas y seres de ultratumba que vuelven del otro mundo en la inquietante adaptación a la pantalla de la novela de Stephen King “Cementerio de animales”, sino el grupo de seres humanos que, domados por la irracionalidad y en nombre de Dios (¿en qué momento Dios, si existe, les dio permiso?, me pregunto) tratan de cambiar la sexualidad de un joven en la América rural, utilizando para ello el mayor sentimiento de culpa provocado por la idea de pecador que le meten con “calzador” en la cabeza al pobre y desorientado joven. Eso no solo me inquieta, me horroriza y realmente me asusta. Eso sí, que da miedo. Simplemente porque no es ciencia ficción, sino la pura realidad (de hecho, la peli está basado en un caso real).
“Cementerio de animales” / “Pet Sematary” (Kevin Kölsch yDennis Widmyer):
De correcta, entretenida y acertada califico esta película del género del terror basada en una novela de Stephen King que trata la historia de una familia que decide abandonar la ciudad para irse a vivir al rural americano, huyendo del estrés de la “city” y ciertos traumas familiares. Allí comprarán una casa que tendrá entre sus tierras un cementerio de animales. A partir de ahí una inquietante historia sobre muertos y mascotas que reviven y vuelven del más allá (basándose en creencias de los pueblos indios) no precisamente para hacernos reír.
La peli está bien. Asusta, entretiene y tiene buenos interpretes para hacer creíbles sus roles (a destacar el muy prolífico, aunque no acabe de tener su estatus de “estrella”, Jason Clarke y el siempre efectivo John Lithgow). Cumple su misión: te inquieta, te da tus sustos y tiene entre sus aciertos el haber dado con ciertos elementos que dan “mal rollo”, véase ese “mal sano” gato que me da “mal fario” de principio a fin del metraje (y es que no hay nada que inquiete más que un gato con mirada “cruzada”, al menos a mí). En definitiva, película ideal para los amantes del género, pero no para los que no procesan amor por el “cine de chillidos”. A mí, aunque la vi sin problemas, no me aportó nada nuevo. Bien, sin más.
“Identidad borrada” / “Boy erased” (Joel Edgerton):
Sin embargo, pánico me dio “Identidad borrada”, la nueva película del actor Joel Edgerton, el cual se ha basado en un caso real (el libro “Boy Erased”, el título original de la cinta, algo así como “chico borrado”), para contarnos la terrible historia de un joven que, cuando confesó a sus padres (él un pastor baptista muy religioso, ella una ama de casa) su homosexualidad, fue sometido a un tremenda terapia de conversión en la que a través de la religión y siempre haciéndole sentir como un pecador que va por el mal camino, trataron de reconducirle a la supuesta “normalidad” (ya lo he dicho mil veces, pero, ¿quién es el que decide qué es eso de ser normal?) establecida en la sociedad.
Pánico me da, porque lo que veo en pantalla ha ocurrido y ocurre en la realidad, lo cual no deja de estremecerme. Y desde ese pavor me entrego al sufrimiento de este joven desorientado por el único hecho de desear a personas de su mismo sexo. Me interesa toda la historia, de principio a fin, y alucino con todos aquellos que en nombre de Dios (¿quién les dio permiso?, me pregunto; ¿acaso Dios no es amor y sería el primero en acogerlo en su seno? Ya que nos ponemos religiosos. ¿No sería Cristo el primero en defenderle y cuidarlo como lo hizo con María Magdalena y todos los que eran considerados desheredados en la época?) intentan anular su esencia y hacerle sentirse como un auténtico deshecho humano. Alucino y sufro viéndole sufrir. Inmenso Lucas Hedges (¿Qué va a dejar este actor para cuando sea mayor? ¡Qué talento!!! Lo borda. Es todo sufrimiento, confusión, dolor, …) como protagonista y muy grande el resto del reparto (desde Nicole Kidman, a Russell Crowe, a Joel Edgerton, Xavier Dolan, …). Una notable e interesantísima película en la que quizá solamente eche en falta el uso de un lenguaje visual más innovador y personal por parte de su director. Su estética de telefilme no suma a su potente y emocionante historia. Una buena película que deberían de ver todos aquellos que, en el nombre de la intolerancia (y no de Dios, o de la Biología, lo que se empeñen en invocar, o qué se yo), se empeñan en anular al otro, solo por ser diferentes a ellos.
Boy erased quería verla esta semana, pero con lo de la Semana Santa y los familiares de vísita veo que ya será imposible desafortunadamente… la buscaré en DVD! Gracias por tus reseñas!
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Sam. Cuando la veas me dices. Aunque estoy seguro que te gustará. Un saludo y gracias por seguir el blog.
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