Trueba y Verdaguer. Belleza invernal.

            Me gusta mucho lo que hace David Trueba. Tanto sus películas como sus libros me suelen convencer. Tiene mucha inteligencia, sentido del humor y sus tramas, con ecos a Woody Allen, hablan de las cosas verdaderamente importantes de la existencia terrenal: el amor, la amistad, la muerte, la soledad, la creación y la creatividad, la pasión, … en fin, de la vida. Su filmografía no es solo coherente, sino muy valiosa, y tiene en su haber algunas bellísimas películas, entre las cuales se encuentran “La buena vida”, “Soldados de Salamina”, “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, “Casi 40” o “Saben aquell”, entre otros, las cuales disfruté todas enormemente. De entre sus libros no dejaré de resaltar nunca su bellísima obra “Saber perder”, la cual os recomiendo encarecidamente. Maravillosa.

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La “Palma de Oro” de Cannes y el CARPE DIEM de Chuck.

Y seguimos con ese aluvión de estrenos interesantes que se amontonan en el mes de otoño y que tienen al apasionado, y entregado a las salas, cinéfilo más feliz que una perdiz, deseoso de tener sus propias impresiones de algunos de los títulos de la temporada e, incluso del año. Esta vez tocaba la última “Palma de Oro” de Cannes, la aclamada cinta del iraní Jafar Panahi, “Un simple accidente”, así como una de las cintas que más gustó en TORONTO, la comedia existencial que invita a aprovechar nuestro paso por estos lares “La vida de Chuck”.

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El día en que me sentí como el profesor John Keating.

            He llorado mucho últimamente. Tanto de tristeza como de emoción. La vida. Con su ying y yang. Con sus alegrías y sus penas. Como he llorado, sí, soy una persona muy sensible, mucho, también en el cine a lo largo de mi vida. Muchas serían las películas que podría enumerar que han hecho que mis lágrimas cayeran por mis mejillas como en catarata del Paraná. Muchas.  A veces por puro regocijo, por exaltación máxima. Otras por amargura total, desolación, tristura. Pero recuerdo una que realmente me marcó. Mucho.

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Los puntos seguidos y finales de la vida.

            La vida es como un texto. Con su inicio y su final. Entre medias, el contenido. Que puede ser más sencillo y directo, a base de coordinadas y menos figuras retóricas. O más complejo y rebuscado, a base de subordinadas y una mayor variedad de figuras literarias. Hay partes más simples, otras más complicadas. Unas más minimalistas, otras más historiadas. Unas más divertidas y jocosas, entretenidas y dinámicas; otras más tristes, dramáticas y ralentizadas. Como la vida misma.

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Resistir o morir.

            Veo una nueva película que entronca con las palabras de mi anterior blog. Que habla de la existencia como resistencia. No como un acto de goce y de disfrute del camino, sino de mera inercia, de mera supervivencia. Que se centra en todas esas personas que hoy en día, por la caprichosa injusticia de la vida, tienen que tirar para adelante sea como sea, aunque el azar de la misma no para de ponerles obstáculos y obstáculos, haciendo que su día a día sea una verdadera batalla, una auténtica pesadilla, una real tragedia. Una película que no sólo me gusta, sino que me hace recordar lo afortunado que soy, no viene mal tener conciencia de ello cada instante de nuestro privilegiado pase por estos lares, porque siempre se nos olvida, y que me hace recordar lo afortunado que soy por haber caído en esta cara del mundo.

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Mario Casas y la necesidad de ser uno mismo.

            Puse el foco en lo buen intérprete que era Mario Casas en “No matarás”. Desde mi primer visionado le vaticiné el Goya a mejor actor de ese año y así fue. Desde entonces mi opinión sobre su labor actoral, antes la verdad es que no lo tenía muy en mi radar, cambió y vi que su potencial interpretativo era enorme. Me lo vuelve a ratificar en este su nuevo proyecto, la preciosa y dura “Muy lejos”, un drama intimista donde se mete en la piel de un hombre huyendo de la identidad que ha construido en el entorno en el que vive y que no se corresponde con quien es en realidad, teniendo que alejarse de los suyos para crear ese su verdadero YO o, al menos, intentar acercarse a él.

            Esto es lo que me parece la muy recomendable “Muy lejos”

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