Enorme DiCaprio. Grandiosa “Una batalla tras otra”.

            Que Paul Thomas Anderson es un muy talentoso director americano que nos ha regalado películas magnas y súper disfrutables del calibre de “Magnolia”, “Boogie Nights”, “El hilo invisible” o “Licorize Pizza”, entre otras, es algo sabido por cualquier cinéfilo de a pie que se precie. Sin duda es una de las voces más poderosas, originales y creativas del mundo del audiovisual mundial y cada una de sus películas es esperada con ansia por todos los que amamos el cine. Que Leonardo DiCaprio es un “actorazo” superlativo, que elige minuciosamente y muy sabiamente cada uno de los proyectos en los que se involucra, también se sabe y se dice alto y claro. Cada uno de sus estrenos es símbolo de calidad y de derroche interpretativo, sea cual sea el género en el que se lanza de cabeza. Muy del “TEAM LEONARDO”.

            Por eso había muchas ganas de ver esta “Una batalla tras otra”. Más cuando las críticas eran excelsas, los comentarios superlativos y las aspiraciones de cara a los Oscar, según las muy comunes predicciones de estas épocas, muy altas. ¿Obra maestra, tal como decían muchos, o decepción, por eso de las expectativas? Sólo había una manera de saberlo. Yendo al cine. Y allí me planté tan pronto como pude. Qué acierto. Esto es lo que me pareció.

“Una batalla tras otra” (Dir: Paul Thomas Anderson):

            Que 2 horas 41 minutos de película se te pasen en un plis, sin apenas enterarte, como si de un corto se tratara, ya es mérito suficiente como para aplaudir a una película. Que encima esa película utilice esos minutos para ofrecernos una demoledora crítica a la actual sociedad americana y a muchos de sus males (el racismo, el machismo, el supremacismo blanco, el fanatismo, el capitalismo, …) a través de una entretenidísima y divertidísima cinta de acción llena de sentido del humor, ironía y mucha miga, es de quitarse el sombrero.

            Si a ello le añades que su protagonista, ese Dicaprio entregado y desaforado, desquiciado y sobrepasado, está inmenso, como lo está el resto de sus actores protagonistas (¡Ese Benicio del Toro!, ¡Ese Sean Penn!, ¡Esa Regina Hall!, ¡Esa Teyana Taylor!, ¡Esa Chase Infiniti!,…), pues la cosa ya es para tirar cohetes.

            Y es que la historia de este padre intentando salvar a su hija de la venganza de uno de sus personajes es tan entretenida como aguda, tan amena como original, tan incisiva y caustica, como compleja y certera.

            Me gusta todo de “Una batalla tras otra”. Su trama, su reparto, la precisa mano de su director, su maravillosa y genuina banda sonora (del cada vez más grande y presente Jonny Greenwood), su demoledora y acertada crítica a la sociedad norteamericana, su frescura, originalidad, su frenético ritmo, sus giros de guion, sus sorpresas, sus gracias, … Todo, absolutamente todo. No le sobra ni le falta nada. Me dejo llevar de principio a fin y me atrapa completamente. La disfruto de manera desmedida. Me dejo traspasar por su furioso y extremo contenido. Y todo eso, a pesar de que llego a la sala de cine cansado y en una tarde de domingo. No fue ningún problema, créanme. Me vuelvo a casa con subidón del trece. Con ganas de más cien y de mil y una películas como estas, de esas que te sorprenden en cada instante y te hacen disfrutar plenamente de la magia del cine.

            Una película redonda, diferente y sabia. Con escenas para el recuerdo. Con personajes para el ídem. Con momento delirantes. Con instantes agonizantes. Con mucha intriga. Mucha caña. No te digo mala baba. Mucha más, como ya he dicho, miga. Y con un DiCaprio, inmenso. Lo pasé de miedo. De auténtico rechupete.

Resumiendo: Enorme Dicaprio. Grandiosa película.

            No se la pierdan, queridos “hoymevoyalcinemaniacos”, no se arrepentirán. Al menos, a este fanático del cine, apasionado de la escritura de este blog, le pirró. Es fantástica. Avisados quedan. 

            NOTA: He visto también la triste, interesantísima y bella, “Maspalomas”. Os hablo de ella en otra entrada. Que Leonardo y P. T. Anderson, bien merecían una para ellos solos, por ese gran regalo que nos han hecho.