La última, previa al descanso.

Pues sí, vamos con la última, y no copa precisamente, como le gustaría a Chavela, sino película, previa a unos días de descanso que creo me he merecido. Sí. Os dejo unos días. Me lanzo al descanso, no del guerrero, sino del cinéfilo. Intentaré ir al cine, aunque lo veo difícil. Pero lo intentaré. Pero, sobre todo, intentaré descansar. Desconectar esta mente inquieta que me dio la naturaleza y que hace que mi cerbero vaya a 2000 por hora siempre. Que buya cual olla exprés. Que arda cual las llamas del más profundo infierno. Pero …. ¿Qué le voy a hacer? Nací inquieto e inquieto moriré. Siempre desarrollando ideas, creando cosas, pensando y abriendo nuevos proyectos, complicándome la vida y haciendo que el término aburrimiento y sosiego nunca formen parte de mi vocabulario…

Pero, lo dicho, ahora toca frenar un poco. Despejar mentes. Reposar el alma y los pensamientos y disfrutar de lo que este maravilloso mundo nos ofrece. Viajar, estar con amigos, volver a juntarte con familia y disfrutar de todos esos pequeños placeres que te da la vida.

Os escribo a la vuelta. Mientras, os dejo con mis reflexiones de la que ha sido mi última película, vista en cines, la potente y dura “How to have sex”.

“How to have sex” (Dir: Molly Manning Walker):

Voy a ver “How to have sex” porque fue la ganadora de la cotizada sección “Un certain regard” del último Festival de Cannes, amén de otros muchos galardones del cine independiente británico. Las críticas que leo sobre ella son muy buenas y los comentarios en redes de lo más positivos.

Muestra las vacaciones de unas adolescentes británicas en una especie de Magaluf griego. Se adentra con la cámara en esos días de esparcimiento, de juerga y de locura. Asistimos a sus fiestas, a sus noches en vela, sus conversaciones, sus resacas, su cachondeo… pero también nos muestra la cara menos más amable, más gris y oscura de lo que se supone unos días de alegría máxima. La cara B de la bacanal.

No seré yo el que no alabe la calidad de la ópera prima de Molly Manning Walker. Es directa, creíble y es imposible no dejarse atrapar por su acercamiento casi documental al mundo de la fiesta adolescente, del desmadre y del desenfreno. Entiendo todos sus premios y alabanzas. Además, plantea un interesantísimo debate acerca de la falta de educación sexual y de las frágiles barreras del consentimiento. Y su joven reparto no puede ser más acertado y todo es creíble en sus acciones y escenas. Es imposible no destacar a su prota, una prometedora y muy talentosa Mia McKenna-Bruce. La veremos, estoy seguro, en muchísimos proyectos. Además, el uso de la cámara de su joven directora tiene poder y fuerza y sabe, perfectamente, embebernos de ese ambiente de alcohol, risas, bailes, “pool-parties” y techno.

Pero me resulta muy dura. Me paso todo el metraje con el estómago encogido. Sufro con esa joven que va a pasar esas las vacaciones de su vida que no lo serán tanto. Me incomoda todo su visionado, lo cual es reflejo de su calidad, y estoy todo el metraje sintiendo que el mal acecha en cada esquina. Estoy más tenso que en cualquier thriller paranormal. A esa angustia se añade el que no conecto con el “movidón” de estos jóvenes. Ni con sus diálogos, ni con sus acciones, sus actitudes, sus necesidades, … Me siento muy alejado y viejuno. La distancia generacional, a pesar de que me sigo sintiendo súper joven, es inmensa.

¿Qué es una gran película? No lo duden. Lo es. Potente ópera prima. ¿Qué yo la disfruto? No tanto. Y eso que genera un debate interesantísimo sobre lo que los jóvenes entienden o no por consentimiento y de la súper asentada cultura del abuso. Certera, totalmente. Angustiosa, otro tanto. Ahora decidid vosotros mismos si es el tipo de cine que os gusta ver.

Pues eso ha sido todo. Al menos por esta temporada. Me cojo unos días. Coger fuerza, al más puro estilo Darth Vader,  y a la vuelta nos vemos, o, mejor dicho, nos leemos.

Se os quiere mucho, “hoymevoyalcinemanicos”.