Si me hicieran la típica pregunta, a modo de juego de, si te dejaran elegir vivir en una película (al más puro estilo “La rosa púrpura del Cairo”), ¿cuál sería?, lo tengo claro (con permiso de “La La Land” y demás musicales), en una de Woody Allen. Me encantaría ser uno de esos personajes “intelectualoides”, casi demodés y rebosantes de cultura por cada uno de sus poros, que deambula por ese Nueva York mágico que nadie como él sabe retratar y dejarme llevar por una de sus tramas casi “vodevilescas”, al borde del sainete, en las que, movido básicamente por el amor, me trasladaría de una a otra punta de Manhattan, encontrándome con los más estrambóticos y delirantes personajes, siempre con el mejor de los “standars” de Jazz de fondo, para conquistar a mi adorable enamorada. Y entre medias brindaría en el mejor piano-bar de la “city”, o caminaría, lloviera o no, por Central Park, me alojaría en clásicos como el Carlyle o el Plaza, recorrería Broadway o la Quinta Avenida, cruzándome con gánsteres en crisis, “vedettes” en busca de compasión (y mucha pasión) y burgueses con ganas de hablar sobre Duke Ellington o Scott FitzGerald, derrochando siempre, eso sí, ingenio en cada uno de los chispeantes e inteligentes diálogos que saldrían de mi boca y que sólo una mente privilegiada como la suya, Mr. Allen, sabe escribir como lo hace.
Sí. Ese sería mi ideal de vida cinéfila. Y simplemente por una razón. Porque adoro (y somos muchos, ¿verdad, amigos, Rubén, Pepelu, Carmenchu, Silvie …?) su cine. No recuerdo exactamente la primera vez que me enfrenté a una de sus obras, pero desde que lo hice, el “flechazo” fue instantáneo y, año tras año, espero cada una de sus obras como agua de Mayo, ya que me guste más o menos (las hay mejores otras menores, nunca peores) siempre encontraré algo en su maravilloso e ingenioso cine. Me encantan sus tramas, sus caracteres, sus impecables y sarcásticas líneas de texto, generalmente en boca de los mejores actores del planeta y, sobre todo, adoro como refleja ese Nueva York absolutamente idílico, romántico, nostálgico y lleno de magia, siempre, insisto acompañado del mejor de los temas jazzísticos.
Por todo eso gracias, Señor Woody, por regalarme tantas horas de buen cine y tantos minutos del mejor producto de lo que a mí más me gusta, el CINE. Y gracias por esta tu nueva obra, que tanto disfruté el otro día y que solo me hizo desear que tu próxima obra se estrene ya, tan pronto como se pueda. Yo, allí estaré, te lo aseguro, comprándome una entrada.
“Un día de lluvia en Nueva York” / “A rainy day in New York” (Dir: Woody Allen):
Salgo feliz de ver la última de Woody tras pasar 92 minutos sin que la sonrisa apenas abandone mi boca (sólo para ir un grado más y dar alguna carcajada). Disfruto de lo lindo con esta pareja de jóvenes universitarios que deciden pasar un romántico y pasional día en Nueva York (aprovechando que ella tiene que ir a entrevistar a un director de culto para la revista de su pija Universidad), el cual terminará siendo un cúmulo de despropósitos, situaciones no esperadas y malentendidos, que hará que lo que se suponía una idílica jornada se convierta en el más caótico de los días. Por allí pasarán hermanas de exnovias, excompañeros de instituto, actores latinos con tendencia a la sobreactuación y al flirteo, productores con crisis de pareja y directores con crisis artísticas, prostitutas de alto standing, madres de la alta sociedad obsesionadas con el protocolo y la erudición, … Seguiremos a todos estos personajes por un Nueva York que se esperaba soleado pero que se verá empapado por la lluvia, dando lugar a la húmeda jornada a la que se refiere el título de la cinta. Todo ello con una trama al más puro vodevil (marca de la casa, como caracteriza al director americano), al borde de lo paródico (pero siempre consiguiendo el equilibrio), llena de diálogos desbordantes de inteligencia, sarcasmo y buen humor, que llenan de diversión cada una de las situaciones que pasan por la pantalla. Y todo en un New York lluvioso lleno de Romanticismo en la que la música de Jazz, que acompaña de fondo, solo hace que multiplicar las ganas de que teletransportes en ese mismo instante a cualquiera de sus escenarios. ¿Sus actores? Perfectos, como siempre. Mención especial a su inspirado trío de jóvenes protagonistas. Tanto Timothée Chalamet, como Elle Fanning, como Selena Gómez (sí, han leído bien) están fantásticos en la piel de estos tres jóvenes en busca de un camino y, siempre es así, de amor. Igualmente, perfectos el resto de los secundarios (Jude Law, Rebeca Hall, Liev Schreiber).
Una película que nos devuelve al mejor Woody Allen. Quizá no Sobresaliente (no es una obra MAYÚSCULA, de las que tiene, y muchas) pero sí Notable alto. Un más que digno entretenimiento, desenfadado y un tanto “naif”, pero súper disfrutable y del que sales del cine solo con ganas, en Manhattan o en Sebastopol, de ver más pelis de Woody Allen (of course), y, sobre todo, de vivir y de vivir. Y que la romántica lluvia siga mojando nuestros románticos corazones a todos aquellos que amamos el cine y el estar en este mundo. Muy recomendable.
“Lo que arde” / “O que arde” (Dir: Oliver Laxe):
Y si “Un día en Nueva York” hace brillar mi cara durante toda la proyección a ritmo de Jazz, “O que arde” ilumina mi retina con esas fascinantes imágenes del fuego acompañadas por la más ceremoniosa de las músicas barrocas. Ese fuego como metáfora del hombre, capaz de lo mejor y de lo peor. Esa “lume” que calienta y nos ayuda en la cocina, pero que también puede arrasar con todo. Como ese hombre, amante de su tierra, que la cuida y la mima, pero también la destruye sin miramientos. El ying y el yang. El pirómano que a golpe de chispazo quema la tierra que le ha visto crecer enfrentado a ese bombero o ese aldeano que se dejan la piel tratando de controlar las llamas que se llevan en un segundo todo su pasado y su vida. De todo esto nos habla el interesante cineasta gallego Oliver Laxe, en la no menos interesante “O que arde”. Cine de arte y ensayo, vanguardista en su concepto, no en su realización (grabado a modo de docudrama en la que el creador apenas se limita a reflejar la realidad más cotidiana). Cine de silencios, de pocos diálogos y acciones. Cine veraz en la que se nos cuenta la historia de Amador, un hombre que acaba de abandonar la cárcel acusado de piromanía. Un renegado en su tierra que vuelve a su hogar. Junto a su madre. Esa genial Benedicta que le recogerá de nuevo en su casa y con la que retomará, como si nada hubiera pasado, su día a día. El pastar de las vacas, los desayunos ante la lluvia, las noches frías de invierno, el bar del pueblo, el entierro del lugareño cercano, sus diálogos de pocas palabras, … La vida. Dos seres tratando de retomar su normalidad. Y para romperla, ese fuego, que irrumpe una vez más en la vida de Amador y Benedicta (ambos actores no profesionales, ambos geniales) para desestabilizarla de nuevo.
Cine para seres ávidos de nuevas cinematografías. Yo la disfruté. Sin parecerme una obra redonda, seguí con interés sus escasos 90 minutos llenos de sencillas (a la vez que radicales) imágenes, pero con un claro mensaje. Cuidemos nuestra tierra, hagamos algo. Y sigo con interés a esos dos supervivientes en su día a día. Y disfruto con esa Galicia rural que su director tan bien retrata. Y con ese gallego que tan bien suena. Y me retrotrae a una época en la que yo viví en esa tan bonita tierra llena de más bonita gente (esos amigos, esa familia) que tan bien me trató, con los que tan feliz fui y a los que tengo tanto que agradecer. “Galicia calidade”, siempre!!!
Y salgo del cine con la sensación de haber visto algo distinto. Entrañable. Cercano. Real. Y con ganas de volver a Galicia, pero también con ganas de Manhattan, y de escuchar todo el Barroco del mundo, pero también todo el Jazz que pueda, y deseoso de largos paseos por grandes ciudades (soy animal de CO2, ¿qué le voy a hacer?, como los es también Woody) pero sin nunca olvidarme de ese mundo rural al que tanto me gusta evadirme… El hombre. El mundo. Tan contradictorios. Pero tan fascinantes. Cuidémoslos. Para poder seguir teniendo más hora de vida y, no se olviden nunca, de cine. Palabra de cinéfilo entusiasta.
Estarías perfecto en una peli de Woody Allen!!!
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Nada me gustaría más!!! Gracias, darling. Con qué buenos ojos me ves!!! 😘
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Al salir de ver «Día de lluvia …» llovía. Qué suerte. Pude seguir disfrutando de la película.
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Creo que es la mejor sensación que se puede tener al salir de la peli de Woody. Una preciosa tarde de lluvia. Muchas gracias por seguir el blog. Felipe.
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