Green book o la «feel good movie» del año

Todos los años llega a las nominaciones de los Oscar una película que enamora a crítica y público. Película que, como en años anteriores “Figuras Ocultas”, “El discurso del rey”, “Slumdog Millionaire” o “Criadas y señoras”, se caracteriza por ser un tipo de cine más convencional y comercial, pero llenas de fuerza y emoción. Su carácter amable, su mezcla de risas y lágrimas, su poder emocional y sus entretenidas historias hacen que una gran variedad de público conecte con ellas de inmediato y que la gran parte de la población acaben pasando a verlas por las salas (parte de la crítica especializada y cierto sector cinéfilo, eso sí, son muy duras con ellas) y terminan siendo grandes éxitos de la taquilla. Son, como dirían los americanos,
“feel good movies” (películas paras pasarlo bien) que enseguida se convierten en “crowdpleasers” (algo así como películas que encantan a la multitud). ¡Toma ya, ahí van esos anglicismos!!!

Este año pensaba que esa película era “Ha nacido una estrella”, que en cierto modo tiene todas las características comentadas anteriormente, pero no, decididamente no, ya que la que iba a tener ese honor, ya lo había leído yo en muchos sitios, era la película que tuve el placer de ver esta semana: ni más ni menos que “Green Book”. ¡Vamos con ella!!!

“Green Book”. (Dir: Peter Farrelly):

“Green Book” está basado en una historia real y ésta fue la de la relación profesional y amistosa que mantuvieron Tony Vallelonga, “Tony Lip”, un rudo trabajador italoamericano (interpretado magistralmente por Viggo Mortensen) que buscará un nuevo trabajo temporal cuando vea que el “nightclub” donde se gana el dinero cierre unos meses por reforma y el pianista afroamericano Don Shirley (interpretado no con menos garra por otro grande, Marheshala Ali). El pianista de color se dispondrá a hacer una gira por el más profundo y racista Sur de los E.E.U.U. y necesitará los servicios de un chófer, que vele a su vez por su seguridad, para lo cual contratará los servicios del anteriormente mencionado “Tony Lip”. Para dicho viaje utilizarán el llamado “Libro verde del motorista negro” (de ahí el título de la película), una popular guía con los alojamientos donde los ciudadanos negros podían pasar noche. Y entre medio de esa gira, el proceso de conocimiento de ambos, un periplo donde los dos tratarán de romper con los prejuicios raciales del chófer y, a su vez, con los de la racista población blanca sureña que se encontrarán en el complicado recorrido.

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            ¿Y el resultado, qué? Pues sí, estoy de acuerdo con sus detractores que puede ser un cine más convencional y “mainstream”, que en ese sentido no aporta nada nuevo y no arriesga mucho, pero te lo pasas tan bien, es tan entretenida, te agarra tan emocionalmente desde el minuto uno, te ríes y emocionas tanto a partes iguales, que yo me rindo a sus pies. Vamos, que yo me lo pasé en grande con estos dos personajes tan singulares y tan opuestos que en muchos casos me recordaron a una versión “anti-racismo” de “Pretty Woman” (no sé por qué tuve la película presente durante todo el visionado), siendo Mortensen esa especie de Julia Roberts, ese personaje sencillo, noble, un tanto inculto pero entrañable y divertido, que enseñará desde su sencillez, candidez y pragmatismo, al a su vez también lleno de prejuicios, pianista afroamericano que en esta vida hay que disfrutar más y pensar menos. El chófer, a su vez, aprenderá a romper con sus clichés raciales y acabará ese viaje siendo una persona nueva (no os cuento nada, porque esto se intuye y se ve dese el principio).

En fin, una película muy divertida, llena de momentos y situaciones geniales, con dos actores en estado de gracia (en este sentido mi absoluta devoción por un Viggo Mortensen genial) y con los que disfrutarás, te reirás, te enfadarás y emocionarás de principio y final. Un alegato “anti-racista” que nos vuelve a mostrar, a través de una nueva historia, la terrible situación de toda esta gente de color no hace tanto tiempo e, incluso, hoy en día. No se la pierdan. No se arrepentirán. Háganme caso.

 

“El blues de Beale Street” / “If Beale Street could talk”. (Dir: Barry Jenkins):

De temática y fondo muy similar, también un alegato “anti-racista” situado en plena comunidad afroamericana, pero totalmente opuesta en la forma, tenemos en nuestras pantallas la nueva propuesta del muy de moda Barry Jenkins, el autor de la premiada con el Oscar a la mejor película “Moonlight”. En este caso, el director estadounidense nos cuenta la historia de una pareja del Harlem, que verá como su puro y absoluto amor se verá truncado cuando él sea acusado de una violación que no ha cometido, simplemente por el hecho de ser negro. Una bonita, pero tremenda, historia situada en el racista Nueva York de los años 70.

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        Y me vuelve a pasar con el director americano lo mismo que me pasó con su anteriormente encumbrada película, “Moonlight”: me parece cine lleno de belleza y sensibilidad, con un uso precioso y poético de la fotografía, con esos planos llenos de fuerza, color y plástica, que me recuerdan al, muy amado por mí, cine del asiático Wong Kar-Wai (no se pierdan sus fantásticas “In the mood for love” o “2046”), con unas historias potentes y llenas de interés (la homosexualidad y el racismo en la comunidad afroamericana), con unos actores potentísimos y llenos de verdad (en esta cinta Kiki Layne, Stephen James y Regina King, los tres soberbios), en definitiva, un montón de buenas y positivas virtudes que hacen del largo una buena película, pero yo, aunque veo las dos cintas con agrado, y formalmente me encantan, y en ese sentido alabo la mano de su director, Barry Jenkins, no me acabo de emocionar con ellas. Son películas con un continente muy cuidado y hermoso, pero con un contenido que, aunque lleno de fuerza y verdad, no acaban de apoderarse de mi alma y, como ya me pasara en “Moonlight”, salgo del cine con las ganas de que, no tanto en mi cerebro, sino en mi corazón me ocurran más cosas de las que me han pasado.

En este sentido “El blues de Beale Street” se me antoja como una antagonista de “Green Book”. Si bien en la primera propuesta llena de riesgo y con una estética sinigual, yo no me acabo de emocionar, en la segunda, quizá de una esencia más convencional y formalmente menos interesante, pero “moi”, qué le voy a hacer, seré un facilón, me derrumbo y entrego ante su historia más previsible y menos arriesgada, pero de mayor poder emocional. Cosas del cine, porque para gustos, “ces´t la vie”, los colores. Y en este sentido me despido con un tweet que escribía Jota Linares (director español que este año estrenó “Animales sin collar”) esta semana en las redes sociales y con el que yo estoy absolutamente de acuerdo: “…Leo muchos comentarios, referentes sobre todo a “Campeones” y “Green Book” donde se habla del concepto “comercial” como si fuera algo negativo o despectivo. El cine se hace para el público, ya sea minoritario o mayoritario, y no para que dos personas lo miren en una vitrina…”. Totalmente de acuerdo. Disfrutemos del cine, sea comercial o no, eso, en lugar de criticar tanto, es lo que tenemos que hacer. ¡Ole, Jota!!!

P.D: Dos buenas y diferentes películas para hacer una sesión doble en la que poder vivenciar el sinsentido de eso llamado racismo, término que ojalá algún día dejemos definitivamente de pronunciar.

5 comentarios sobre “Green book o la «feel good movie» del año

  1. Este tipo de películas me llama la atención.
    Estos duelos interpretativos…
    Y si encima es amena, seguro que cae!

    Además Viggo me cae bien 🙂
    A ver si tiene suerte en los Oscars

    Sobre el racismo que comentas…
    En el mundo pasa como en el cine, la diversidad crea amores y odios,
    y al final, yo creo que es algo inevitable. Innato al ser humano… o inhumano.
    ‘Respect’, como se dice últimamente!

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