Existen películas exitosas, que gozan de buena reputación y fantásticas críticas antes de ser estrenadas, que uno quiere ver, por supuesto, y luego están las películas fenómeno (que uno muere por ver, “of course”). Me refiero a aquellas de las que todo el mundo habla y de las que uno no puede escapar, como mínimo, de la curiosidad de visionarlas. Vienen precedidas de una especie de “aurea” de película “única” y, por ello, los cinéfilos no encontramos el momento de poder estar sentados en la butaca para poder degustarlas por primera vez y ver si es verdad, cerciorar, que si lo que recibimos ante nuestros ojos formará parte de la historia del cine, tal y como se venía diciendo.
Este fenómeno pasa pocas veces (no estamos hablando de películas comerciales y llenas de marketing, esas juegan en otra liga, sino de pequeñas joyas que se descubren en festivales y que normalmente estarán muy presente en las temporadas de premios). Pasó, por ejemplo, hace dos años con “La La Land”. Aún recuerdo la antesala del cine a tope, con gente amontonada para poder ir a verla. Era el día del estreno y yo, como otros “frikis” de esto del celuloide, no veíamos el momento de estar sentados frente a esos Stone y Gosling homenajeando al musical clásico. Yo salí enamorado, y con ganas de pasarme el año entero bailando claqué, he de confesarlo, y realmente lo de su momento “fenómeno” tuvo total explicación para mí. La cosa merecía mucho la pena. Normalmente suele pasar. Aunque a veces, estas películas tienen el problema del efecto contrario, el del “no es para tanto”, ya que las expectativas superan con creces a lo que uno siente en el cine. Y la sensación en ese caso es muy frustrante, mucho cuidado, lo cual también hay que decirlo.
No me decepcioné con “La la land”, al contrario, la amo, y me ha ocurrido de nuevo con la película fenómeno del momento, “Roma”, para la cual conseguí una de las muy cotizadas entradas (la compré con mucho tiempo) de la abarrotada sala donde se exhibía la cinta (se proyecta en muy pocos cines de Madrid ya que en es una película de NETFLIX; de hecho desde mañana viernes ya la podrá disfrutar cualquiera de sus usuarios desde su hogar; de esta polémica hablaremos otro día). De nuevo el efecto fenómeno tenía su sentido, ya que es una película maravillosa, como lo fue poder disfrutarla de una sala absolutamente abarrotada (como lo están todas las sesiones de los cines donde se proyecta) vivenciando que eso que a mí me apasiona, el Cine, sigue vivo y aún goza de sus incondicionales fieles, cual humilde servidor, que hacen lo que sea por disfrutar de sus maravillosos encantos. O amado cine, no me abandones nunca, te vayas a Netflix, HBO o a la Conchinchina. Yo allí, lo prometo, te seguiré.
“Roma”. (Dir: Alfonso Cuarón):
Empiezo con una afirmación categórica. “Roma” es maravillosa. Ninguna decepción por mi parte (todo lo que se había hablado de ella es verdad). Dicho esto, empiezo.
Yo siempre digo que existen dos tipos de películas: 1) las que te explican e intentan recrear lo que narran; 2) y las que te lo hacen sentir en primera persona, vivirlo, vivenciarlo, … “Roma” pertenece a esta segunda categoría (mis preferidas). En ese sentido me recordó a otra maravillosa película fenómeno, en este caso española, una de mis favoritas de los últimos años, “Verano 1993”, una cinta que plantaba la cámara enfrente al verano de una niña acogida por sus tíos (tras el fallecimiento de sus padres) y simplemente nos mostraba su pequeña rutina diaria. Una peli que mostraba poco, pero contaba mucho, y que de una manera muy sutil y con pequeños “retales” (o detalles) de su nueva realidad te atrapaba poco a poco y no te soltaba hasta el último y emocionante plano final. Salías con el corazón en un puño y estremecido cuando apenas había pasado nada (o, al contrario, había pasado mucho) a lo largo de los minutos de su corta duración.
Algo parecido pasa con “Roma” (salvo que esta no es precisamente corta), la nueva película de Cuarón donde (y dando un radical giro a los últimos pasos de su carrera; el tío venía de algo tan distinto, “ahí es na´”, como “Gravity”, película que ya me fascinó, como lo hizo así mismo otro de sus títulos, “Y tu mamá también”, homenajea a su infancia y a las mujeres que cuidaron de él en aquel entonces. Y es que “Roma” es un trozo de vida, en concreto la de una familia acomodada en los años 70 de una ciudad mexicana. En sus diferentes secuencias, rodadas con una espectacular y bellísima fotografía en blanco en negro, sin música añadida (repito, es como la pura realidad), asistiremos a una acumulación de momentos cotidianos de esta familia burguesa y de las criadas que les acompañan en su día a día, en especial de una, Cleo, pieza vital para todos los miembros de este clan: una comida familiar, un momento de juego, una salida al cine, la vuelta a casa de un padre que viene de un congreso en Quebec, una discusión, el fregado de un suelo, el aparcamiento de un coche, y así, una tras otros… (no quiero contar mucho porque es mejor no saber nada). Todo muy sencillo, mínimo (me atrevo a decir) pero lleno de significado. Un mosaico de varios momentos cotidianos de este tierno grupo familiar a lo largo de un año que, una vez terminado el metraje, y también tras una media hora emocionante final, nos hará entender perfectamente quienes son cada uno de nuestros personajes y cual es la situación que están viviendo cada uno de ellos. Pero no solo eso, sino también nos mostrará una idea perfecta de cómo es un país, México, y de sus sinsabores (sus abusos de poder, su diferencia de clases, su abominable machismo, etc…). Y a través de ello todo un abanico de emociones que sirven de perfecto resumen de eso que es la vida: desde el miedo, al dolor, a alegría, la tristeza, la rabia, la emoción, la excitación, la esperanza, la confusión, … En fin, muy poco, pero a la vez muy mucho.
Y si “Roma” es el reflejo de una familia, de una infancia y de un país, y en definitiva de la vida, es también, sobre todo, un homenaje a las mujeres que cuidaron a su creador ( y a la vez de todas las mujeres) a las cuales quiere rendirle todo su respeto y su devoción (“…al final siempre estamos solas, siempre solas,…”): su madre, grande Marina de Tavira, y su criada, excepcional Yalitza Aparicio en su papel de criada indígena (uno de esos personajes que se quedan grabado en la retina, el cerebro y el corazón). Dos mujeres con sus claros y sombras, con sus virtudes y sus fallos, sus defectos y faltas, y sus capacidades, sus debilidades y su fuerza, como la vida misma, dos mujeres, grandes, enormes, que lucharán por esos niños que les unen y que en el fondo son lo que más quieren.
En definitiva: una hermosa película, serena, tranquila de ritmo, pero vertiginosa en sensaciones, llena de emociones, sencilla pero compleja, delicada, sutil, llena de verdad, real como la vida misma, sin imposturas, seca, directa, pero emocionante, nada fácil (su lento ritmo y su ausencia de una tradicional trama ahuyentará a los espectadores con gustos más convencionales), pero de la que es muy difícil no dejarse enamorar. Al menos yo lo hice, y creo que se quedará en mi corazón, como ya lo consiguió entonces “La la land”, durante bastante tiempo, o, probablemente, para siempre. Maravillosa, Cuarón, sencillamente maravillosa.
No he leído más que el inicio,que mañana está en Netflix,muchas ganas
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Ya me dirás qué te parece. Yo la volveré a ver en casa, para ver cómo es la experiencia Netflix tras verla en el cine. Un abrazo, Pedro.
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Preciosa y dura, la fotografía es espectacular
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Si. Súper de acuerdo contigo. Y la fotografía. Increíble.
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Se te ve emocionado! ‘Malegro’!
😀
Yo no tengo Netflix así que no podré verla en casa de momento
Interesante debate el que plantea, me apunto a él jejeje
(Por cierto, Movistar integra Netflix en su plataforma desde el lunes pasado)
Gracias por transmitirnos tu Roma (digo amoR) por el cine…
Abrazos!
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Recuerda, Benja!! No podría trasmitir mi “Roma”, digo, mi “amoR” por el cine, sin mis fieles seguidores. Gracias.
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