Comerse la vida.

Comernos la vida. Eso es lo que deberíamos de hacer todos. Dejarnos de lamentaciones y chorradas y exprimir cada instante de nuestra existencia, cada momento, cada segundo, cada centésima, … No dejarnos arrollar por el grisáceo halo de la monotonía. No precipitarnos en el barranco del conformismo y hacer de cada día el mejor, el único, … No esperar a que llegue la muerte o la enfermedad para recordarnos en todo aquello que nos hemos convertido y nunca deseamos, o todo aquello que deseamos hacer y nunca hicimos… A veces no hay tiempo para reaccionar. La “sin nombre” no avisa. Llega y te lleva.

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