Almodóvar y la muerte.

Acudir a un estreno de Almodóvar es para mí es algo más que ir al cine. Es todo un evento. Desde que descubrí, desde muy pequeño, su original e inimitable cine, caí rendido a cada una de sus fascinantes películas, disfrutando de sus tragicómicas cintas, llenas de comedia y drama, y con personajes e historias tan extremos como apasionantes. Felicidad máxima que llega a un nivel superior cuando llega a crear obras redondas como las, para mí, maravillosas “Mujeres al borde de un ataque de Nervios”, “Todo sobre mi madre” y “Volver”. Nadie como él ha sabido reflejar el universo femenino; nadie como él ha sabido mezclar el mayor de los costumbrismos de nuestra tradicional España con el más moderno de los cosmopolitismos; nadie como él ha sabido elegir cada uno de las melodías que han conformado sus impecables bandas sonoras; nadie como él a la hora de planificar y llenar de belleza mil y un fotogramas; nadie como él a la hora de regalar papeles bombones a los afortunados actores que han caído en sus manos (quién fuera uno de ellos, …  yo también moriría por ser un chico Almodóvar); nadie como él a la hora de combinar colores; de introducir referencias culturales; de hablar de las frágiles barreras de la carne, del deseo, de la pasión, del sexo; … Y así podría seguir y no parar.

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