No era muy fan de Springsteen, aunque algunas de sus canciones me encantaran, hasta que fui a uno de sus conciertos. Allí pude experimentar de primera mano y muy cerca, porque la casualidad hizo que nos colocaran en primera fila, justo enfrente de su persona, apenas a unos centímetros, del ídolo del rock, que era un auténtico crack y que la fuerza de su presencia y de su música era absolutamente arrolladora. Me enamoré de su entrega, de su pasión, así como de su voz aguardentosa y sus fantásticos temas.  Desde entonces lo tengo en más que alta estima musical y lo considero uno de los grandes. Una de las personas más interesantes del panorama musical de antes y de ahora. Todo un crack. Un fenómeno de la naturaleza, con una energía envidiable y una presencia escénica rotunda y admirable.  Un ciclón del rock and roll. Un torbellino de la música popular urbana. Un genio. Un Dios. Por eso tenía ganas de ver esta “Springsteen. Deliver me from nowhere” y comprobar de primera mano qué es lo que habían hecho con el músico del “Born in the USA”. Esto es lo que me parece.

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