Bruce Springsteen y su portentosa fuerza.

            No era muy fan de Springsteen, aunque algunas de sus canciones me encantaran, hasta que fui a uno de sus conciertos. Allí pude experimentar de primera mano y muy cerca, porque la casualidad hizo que nos colocaran en primera fila, justo enfrente de su persona, apenas a unos centímetros, del ídolo del rock, que era un auténtico crack y que la fuerza de su presencia y de su música era absolutamente arrolladora. Me enamoré de su entrega, de su pasión, así como de su voz aguardentosa y sus fantásticos temas.  Desde entonces lo tengo en más que alta estima musical y lo considero uno de los grandes. Una de las personas más interesantes del panorama musical de antes y de ahora. Todo un crack. Un fenómeno de la naturaleza, con una energía envidiable y una presencia escénica rotunda y admirable.  Un ciclón del rock and roll. Un torbellino de la música popular urbana. Un genio. Un Dios. Por eso tenía ganas de ver esta “Springsteen. Deliver me from nowhere” y comprobar de primera mano qué es lo que habían hecho con el músico del “Born in the USA”. Esto es lo que me parece.

“Springsteen. Deliver me from nowhere” (Dir: Scott Cooper):

Me gusta que en esta “Springsteen. Deliver me from nowhere” no se decanten por el biopic convencional, tan manido y repetido, en la que se nos muestran todos los pasos de una estrella de la música desde que triunfa hasta que pasa por los diferentes altibajos de la industria musical, paralelos a los sinsabores de la fama y el éxito. Está como muy visto. Resulta previsible y, en la mayor parte de los casos, un tanto plano y anodino. En ese sentido acierta este filme, que se acerca a la figura de Bruce, pero en sólo un periodo de su vida concreto, la composición del álbum “Nebraska”, momento que coincidió con una fuerte crisis existencial, provocada por el dolor interno generado por su sufrida relación paterno filial en su infancia, unido a la pérdida del camino en la faceta creativa. Me muestran pocos años, pero me valen. Te haces perfectamente la idea de dónde viene Springsteen, donde se hallaba en esa época y hacia donde iba su devenir existencial/creativo. No necesito verlo todo.

También me gusta el actor elegido, Jeremy Allen White, quien demuestra que tiene más vida tras la exitosa “The Bear”. El famoso actor televisivo cumple y se mete en la piel del cantante americano con nota. No sólo nos convencía en la compleja y magnética “The Bear”, como desorientado chef, sino que aquí da el do de pecho, nunca mejor dicho, como alter ego del músico de Nueva Jersey.

 Me encantan asimismo todos los temas que suenan por la película, los cuales me vuelven a cerciorar la enorme calidad del cantautor americano, y, su esencia nostálgica y tristona, como el momento por el que pasa el artista, va a las mil maravillas con el aura nostálgica que recorre toda la película. Gran banda sonora. No podía ser menos para un genio de la música.

Pero, de manera más global, como producto definitivo, el filme no me apasiona. Lo veo sin problema. Me gusta, de hecho. Disfruto de todos los aspectos positivos, antes mencionados, que nos son pocos, y aprendo bastante sobre quién es Bruce y cómo era su proceso creativo cuando se ponía manos a la obra. Pero el filme dista de ser algo redondo, definitivo, complejo. No es el típico biopic musical, pero tampoco la obra magna que merecía tal material. Está a medias. Posiblemente corrección sea el término que mejor le vaya a este filme. No sé muy bien qué le sobra. Tampoco lo que le falta. Quizá un poco de la pasión del rockero americano. Un tanto más de vidilla. De entrega roquera. De desenfreno. De arrojo. De ganas. Se ve con agrado, me parece notable, pero no acaba de ser el peliculón que se habría merecido un artista de su calibre o el que al menos yo esperaba.

Notable. Bonita. Correcta. Pero no magnética. Ni vibrante y brillante como cualquiera de sus temas. Dicho está, queridos “hoymevoyalcinemaniacos”. SçVayan o no vayan a ver la película, se os quiere, como se quiere al “Boss”.