Después de la época estival vuelvo a mi amada rutina de mis tardes de cine. Regreso con ganas a esas las salas oscuras, donde proyectarán algunos de los filmes que me enamorarán o no este año. A ese placentero momento en el que me dejo llevar, arrastrar y atrapar, o no, de las que serán las películas que vea este año. Habrá decepciones, sorpresas, incluso milagros, algunas reafirmarán los buenos comentarios que traían de sus estrenos, otras las tirarán por tierra, …. Pero en todas habrá pasión cinéfila, ésa la que me arrastra cada semana a entregarme a uno, dos, o incluso si puedo, más largometrajes, para saciar mi adicción a eso del fotograma.
Y lo hago con dos películas a las que les tengo muchas ganas. Dos largometrajes que fueron presentados en dos certámenes de prestigio, Cannes y Sundance respectivamente, y que vienen precedidas de grandes reseñas y comentarios, dos proyectos de cine independiente (¡cómo se disfruta el cine independiente si es bueno, qué gusto, qué placer, qué gloria, …), que se antojan a priori muy interesantes, no sólo por su carácter de cine no cortado por los cánones de lo más comercial, sino también por sus historias exóticas, diferentes y complejas.
Muero de ganas de verlas. Una pena, las dos me decepcionan.

“Godland” (Dir.: Hlynur Palmason):
Empiezo por la que fue una de las películas mejor valoradas de la sección “Un certain Regard” del Cannes de 2022. Película nórdica que cuenta la historia de un joven sacerdote danés, apasionado de la fotografía, quien a finales del siglo XIX dejará su hogar con el fin de construir una iglesia en la despoblada, fría y árida, Islandia, enfrentándose a los duros designios de la naturaleza y, los más difíciles aún, los del ser humano. La historia, que a priori parece muy interesante, más teniendo en cuenta la temática (hombre-razón-fe-religión-pecado), suma el interés de que la trama ha sido creada a partir de una caja con varias fotografías del siglo XIX que fue encontrada en un paraje helado de la isla nórdica donde transcurre la acción, dándole ficción con mucha imaginación a lo que les pudo ocurrir a los personajes de tales instantáneas.
Empieza mejor, aunque es de una lentitud pasmosa, pero hay misterio y cierta poesía en esa expedición que se enfrenta a la naturaleza más despiadada con el fin de llevar la palabra de Dios a tierras lejanas. Tengo curiosidad por saber lo que le pasa a ese párroco y “toda su banda”. Y los paisajes nórdicos siempre atrapan. Pero el interés se vuelve en tedio y despropósito, cuando dicho religioso verá demolida su rectitud desde el momento en que el deseo y el odio se apoderan de su persona al entrar en contacto con la comunidad islandesa donde tratará de llevar a cabo su evangelización.
No empatizo con sus personajes ni con su comportamiento un tanto perturbado. Se me hace larga y pretenciosa. No conecto con el conflicto. Y su poesía inicial se convierte en tedio. No veo el momento en que llegue el final. Todo un “via crucis”, nunca mejor dicho.
Pero esto no deja de ser una apreciación personal. Muchos la aman. No, un servidor.

“Passages” (Dir.: Ira Sachs):
Algo parecido me pasa con la última película del director, casi siempre interesante, Ira Sachs. Fue estrenada en Sundance y desde entonces se intuía, o al menos eso decían las críticas, como un drama interesantísimo y sexy sobre las relaciones afectivos sexuales entre tres personas maduras, dos hombres y una mujer. De hecho, la historia, en papel, resulta tan sugerente como atractiva. Una pareja, ¿afianzada?, de dos hombres homosexuales verá como su, ¿tranquila?, rutina se verá cuestionada cuando uno de ellos tenga una aventura nocturna con una mujer, lo cual le resultará de lo más excitante, poniendo en jaque y cuestionado el control de su relación duradera.
Insisto en que la historia promete y que parece que va a ofrecer una interesante lectura de las relaciones personales en la sociedad del siglo XXI. Pero, error. O al menos para un servidor. No empatizo nada con ninguno de los personajes, a pesar de su fantástico y entregado en cuerpo, literalmente, y en alma terceto de fantásticos actores (Ben Wishaw, Adele Exarchopoulos y Franz Rogowski), ni entiendo ninguna de sus inmaduras reacciones. Lo que se me antojaba como un excitante e interesante análisis de la libertad sexual en época madura, se me convierte en un frío retrato de inmaduros desorientados. Sigo encontrando interesante el tema, pero no me provoca ni frío de calor. Salgo tal cual entro. No me aburro, dura poco, pero no conecto en ningún momento con su metraje.
Pero insisto en que esto no deja de ser mi apreciación personal. Otros la alaban y les encanta. No seré yo, mis queridos “hoymevoyalcinemaiacos”. Espero que en las próximas pelis tenga más suerte. Hasta entonces, pues.

Cómo arriesgas!! Vives al límite 😀
Seguro que con las próximas irá mejor el asunto!!
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Eso espero. Hoy he visto una y me ha gustado. Prometo escribir en breve sobre ella. Un abrazo.
Felipe.
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