Siempre me he declarado un ferviente admirador y fan del cine de Wes Anderson, director de cine americano conocido por su peculiar y loco, aparte de estético e inclasificable mundo. Desde que descubrí su peculiar manera de entender el cine, allá hace muchos años, cuando me quedé fascinado por la que es una de sus primeras películas, “Los Tenembaums. Una familia de genios”, no he parado de disfrutar cada una de sus nuevas obras dejándome imbuir de sus inclasificables historias, su peculiar y absurdo humor, y su maravilloso sentido de la estética. Cada una de sus nuevas criaturas es una oda a la ironía y a la socarronería, amén de a la belleza y al gusto elevado a la enésima potencia. Unas me han gustado más que otras, pero en cada una de ellas he disfrutado mucho de su personal universo y de cada uno de sus más personales, aún si cabe, caracteres que lo pueblan.
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