Maravilla bélica y rareza «testosterónica»

Si la semana pasada veía dos películas unidas por la defensa de la honestidad y la verdad, esta semana el nexo casual de las dos pelis que elijo para mi sesión doble es la testosterona. Las dos cintas no pueden ser más opuestas, pero ambas tienen una característica común, están protagonizadas solo (o casi) por hombres. La primera es una cinta bélica, llena de militares en pleno combate con una única misión, sobrevivir. La segunda, una cinta independiente sobre dos cuidadores de un faro cuyo, curiosamente, único deseo es también el de la supervivencia. Ambas llenas de calidad. Y de virilidad. De machos intentando esquivar los azarosos y caprichosos designios de la vida. Vamos, lo opuesto a “Mujercitas”. ¿Quién sabe? Quizá debería haber titulado el post de otra manera: “Cuestión de vida o muerte”.  O, pensándolo mejor, quizá el titular idóneo para empezar hubiera sido: “Cuestión de pelotas”. En cualquier caso, ambas me encantan. Vamos con ellas.

“1917” (Dir: Sam Mendes):

Acudo a ver la nueva película de Sam Mendes con el “hype” por las nubes, a pesar de que, a priori, no sea el bélico mi género favorito. Viene de ganar los globos de oro a mejor drama y director, con la competencia que había este año, madre mía, y no paro de oír y leer cosas buenas de la misma. Me entrego a ella. Disfruto de esta maravilla ambientada en la primera guerra mundial, en el 1917 que da título a la cinta, de principio a fin.

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            Disfruto, primero, porque audio (y no solo) visualmente es perfecta. Ya se ha comentado mucho sobre ese falso plano secuencia que sigue, casi en tiempo real, a nuestros dos protagonistas en su misión militar, pero no es para menos, ya que realmente está rodado y ejecutado con maestría. La pericia en el trabajo de dirección, así como en el de montaje, han creado un nuevo ejemplo de virtuosismo cinematográfico. A ello se le añade una banda sonora omnipresente, creada por Thomas Newman (posible ganador este año de ese Oscar al que ha sido muchas veces nominado y que aún se le resiste), que acompaña cada fotograma de principio a fin (apenas hay tres silencios, magníficos, que no hacen sino potenciar la fuera dramática de la historia en varios momentos claves de esta) y llenan de fuerza épica y de sensación adrenalínica las imágenes que acompañan. Muy bien en lo técnico.

Pero también, disfruto, segundo, de una trama y de un guion que funcionan a la perfección, cual mecanismo de un reloj. Muy bien, por tanto, también en lo narrativo. La historia es sencilla. Dos soldados rasos deberán entregar un mensaje en terreno francés a otro batallón localizado a varios kilómetros del suyo, evitando, si lo consiguen, la muerte de un montón de soldados (en concreto 1600, entre los cuales se encuentra el hermano de uno de ellos) que están a punto de iniciar una maniobra que los llevará al fracaso más absoluto (ya que los alemanes han fingido una falsa retirada que no es más que una trampa para que los británicos piquen su cebo). La historia, como digo, engancha. Está llena de misterio y de sensación de aventura. También emociona. Y te mantiene en vilo, con el corazón en un puño, pegado a la butaca, de principio a fin. La sensación de realidad es tan veraz que uno tiene el “feeling” de estar inmerso dentro de un video juego del que es muy difícil la escapatoria. Y sufres, al menos yo lo hice, y solo quieres llegar vivo, o, mejor dicho, que lleguen vivos, nuestros inocentes y valientes (no les queda otra, también es verdad) soldados protagonistas.

En pocas palabras. Me gusta mucho “1917”. Así que no puedo hacer otra cosa que recomendarles tal sobresaliente, llena de buen cine clásico, cinta bélica. Magnífica.

 

“El faro” / “The lighthouse” (Dir: Robert Eggers):

Y del clasicismo histórico, bélico y dramático de la cinta de Mendes paso a la cosa más extraña, “raruna” y extravagante que he visto últimamente. En ella cabe de todo: hombres rudos que intentan sobrevivir, el mar, la locura, la mitología marina, masturbaciones, peleas, alcohol, colchones con secreto, gaviotas que dan mal fario y que miran mal, pedos, fantasmas del pasado, canciones de marineros, vientos cambiantes, la culpa, testosterona, mucha testosterona, polvos con sirenas, abrazos, puñetazos, violencia y sangre, pises, semen y demás excreciones y flatulencias… Y todo ello en blanco y negro. ¿Cómo se quedan? Muertos, ¿no? Pues eso es “El faro”. Una estimulante y diferente propuesta que nos viene a demostrar que aún existen creadores valientes y arriesgados con ganas de innovar y de descubrir nuevos caminos dentro de la producción audiovisual. Y es que Robert Eggers no sólo se la juega, sino que sale victorioso, ganador, de tal arriesgada odisea ya que son muchos los aciertos de tal bizarra cinta. Para empezar su valentía, de la que he hablado desde un primer momento. No lo olviden: el que no arriesga no gana. Después, una trama sencilla pero hipnótica, misteriosa, en la que asistiremos al mes de convivencia de dos hombres en un faro de una isla de Nueva Inglaterra, antes de que reciban el relevo, que les permitirá abandonar tal solitario paraje. Allí tendrán que aprender a convivir y a sobrevivir, ya que sus propios egos y la presencia de elementos extraños quizá no de este mundo, harán la convivencia complicada. Una historia intimista que habla de seres solitarios, de sus secretos, manías y miedos, todo ello mezclado con una especie de trama a lo cuento gótico en la que sueños, fantasmas y personajes de la mitología marina entran y salen con total desparpajo. Todo ello mezclando todo tipo de géneros y pasando del drama de personajes al terror gótico en un pestañear de ojos, de lo intimista a lo salvaje de un plumazo. Para seguir una preciosa fotografía en blanco y negro (nominada al Oscar en dicha categoría), al más puro estilo del “Nosferatu” de Murnau, que llena de clasicismo y misterio toda la cinta. Además de un duelo actoral de primer orden en la que Willem Dafoe (aun no entiendo como no lo han nominado como secundario, fantástico) y Robert Pattinson (qué valiente es este joven, quien ha decidido escapar del más facilón cine comercial, para forjarse una carrera llena de credibilidad en el más vanguardista cine de autor) se dejan la piel y la anatomía, literalmente, llenando de verdad con su cuerpo y su voz, cada una de sus presencias en la pantalla. En definitiva, como ven, todo un cúmulo de pros.

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      Quizá, un contra. Un pero. Ese fallo. Algo que convierte a la cinta en una experiencia notable y no tanto sobresaliente. Al menos para mí. Probablemente, tantos elementos, tantas ideas, tanto riesgo y dispersión, tanta valiente ambición, tal “tutti-frutti” de referencias, influencias y elementos, hacen que a la cinta le falte un poco de foco y no acabe de centrarse en un solo conflicto, en ese “qué me quiere contar el director”, lo cual hace que la obra pierda un poco de fuelle sin llegar a la absoluta maestría. Una pena, porque hubiera sido una obra magna, quedándose en interesante y disfrutable propuesta. Eso sí, no apta para todos los públicos, solo para almas ávidas del cine más diferente y radical. Avisados quedan. Palabra de “outsider” amante de las experiencias fuertes.

 

4 comentarios sobre “Maravilla bélica y rareza «testosterónica»

  1. Acabo de ver «1917», y sigo impresionado. Magistral. La manera en la que está rodada te mete en la película de principio a fin, haciéndote sentir dentro de cada escena. Parece que estas en un video juego. La música un complemento perfecto.
    La pongo un 9/10. El 10 no sé que será.
    Muy recomendable para los que les guste el cine bélico. Voy poco al cine y he acertado.
    Saludos Felipe, y seguidores de hoy me voy al cine.

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