Sonrisas y lágrimas o lágrimas y sonrisas

Eso es la vida. Tal cual. Relaciones personales. Amorosas, amistosas, familiares, laborales, vecinales, … o simplemente sexuales, pero, en definitiva, relaciones. Y con ellas las sonrisas y/o las lágrimas. A veces más risas que lágrimas (cuando hay sueños, confianza, alegría, diversión, fiesta, energía, ratos buenos, fortuna, “colegueo”, entusiasmo, ganas, descanso, sorpresas – buenas, eso sí -, positivismo, y buena onda, “good vibes” – como se dice ahora-, y salud, dinero y amor -como dice la canción-), pero a veces más lágrimas que risas
(cuando no hay sueños, ni confianza, tristeza, pereza, desilusión, sorpresas -aquí malas, claro está-, agotamiento, malos ratos, mala suerte, desespero y desesperanza, gafe, frustración, negatividad, depresión, o ni salud, ni dinero ni amor). Sonrisas y lágrimas. Lágrimas y sonrisas. Normalmente ambas. Y con mezcla de las dos. Porque así es la vida, agridulce, como el mejor y más delicioso plato de cerdo (a mí me encanta) de un restaurante chino.

 

“El Gordo y el Flaco (Stan y Ollie)” / “Stan & Ollie” (Dir: John S. Baird):

Más risas que lágrimas sueltas en “El gordo y el flaco”, una deliciosa comedia dedicada a los populares cómicos del cine norteamericano, sencilla, pero con suficiente sustancia como para disfrutarla y recomendarla. En concreto, su trama se centra en un momento específico de sus relación profesional y amistosa. Estamos a principios de los años 50 y Stan y Ollie se embarcan en un tour triunfal alrededor de Gran Bretaña a modo de despedida. No es su mejor momento, ni de popularidad ni económico. El cine se empieza a olvidar de ellos ya que nuevos héroes e ídolos están viniendo para quedarse y ellos empiezan a ver que están “demodé”, y también ven que hay que “sacarse las castañas del fuego”. Y su relación personal, como la profesional, está también en el ocaso. Son ya muchos años juntos y son muchos también los rencores y las “espinitas clavadas” que pesan en el corazón. De eso habla “El gordo y el falco”, del final de una relación profesional y amistosa. Y lo hace de una manera simple pero eficiente, ya que aparte de pasar un buen rato con estos entrañables personajes, te toca el corazón. Te “aprieta” el alma desde el momento en que se muestra, de una manera muy clara, la gran amistad que existe entre estos dos amigos que llevan juntos toda la vida haciendo lo que mejor saben hacer, reír. Y te hacen reír y te ríes con ellos, pero también te emocionas y se te pone la lagrimilla en el ojo cuando ves que el final está por llegar y que por mucho que ni ellos, ni nosotros como espectadores, quieran/queramos, ha llegado el momento de “bajar el telón”. Agridulce, insisto, como la vida misma.

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            Una historia dotada de verdad por dos actores fantásticos que se mimetizan con sus dos personajes y que hacen que la película gane aún más en calidad. Ellos son el muy grande (por talentoso) John C. Reilly y el no menos grande (también por talentoso) Steve Coogan. Ambos fantásticos, entrañables y veraces, tiernos y divertidos, cómicos más naturales, en una historia que necesitaba de dos grandes intérpretes para ser creíble y llegar a funcionar.

Lo dicho: una bonita, tierna y divertida película para todos aquellos amantes del cine (porque es una buena peli y porque no deja de ser un homenaje a eso que tanto amamos algunos, el séptimo arte).

 

“Beautiful Boy, siempre serás mi hijo” / “Beautiful Boy” (Dir: Felix Van Groeningen):

Y si en la película anterior te echabas muchas risas y alguna que otra lágrima, en esta otra cinta de origen americano, muchas más lágrimas que risas. O, mejor dicho, todo el rato lágrimas y alguna que otra risa suelta, ya que “Beautiful boy” es un dramón, sin más. Un dramón (pero quietos ahí) que a mí me enganchó de principio a fin y no me soltó ni un solo minuto. Y en esto, aviso y aclaro, reconozco que trata un tema que atrae todo mi interés y que me desarma (por eso que no pueda ser objetivo): me refiero a eso tan bonito y difícil que es la paternidad.

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       Soy padre y créanme que me pueden preocupar mil cosas (la muerte, las enfermedades, el mundo, la contaminación, la familia, la pareja, mi profesión, …) pero si hay algo que lo hace por encima de todo es la felicidad de mis hijos. Espero que les vaya bien en el futuro. Así de simple. Les deseo lo mejor. Simplemente eso. Eso, y que sean buenas personas. Por eso se me desgarra el alma viendo la historia de esta familia sufriendo de manera atroz cuando pierden a su adorado y adorable niño, ya hecho adolescente, en el momento que éste se engancha a las drogas y abandona su rol de “chico ideal” y de futuro prometedor. De eso va “Beautiful boy”. De un padre intentando luchar para que su hijo salga de la drogadicción y de su adicción a las sustancias prohibidas y de un hijo que intenta, a su vez, también desgancharse y salir de ese abismo que ha barrido con todo lo que realmente él era. Y en el medio lágrimas. Muchas, créanme. Y sufrimiento. E impotencia. Porque tú también les ayudarías, pero como ellos nada puedes hacer. Te meterías en la pantalla (al más puro estilo “Rosa púrpura del Cairo”) y harías lo que fuera. Pero la realidad te deja sentado, simplemente, no hay nada más que hacer, en la butaca.

Todo ello en una película, como he oído, imperfecta; pues sí, porque lo es; demasiado melodramática, como también se ha dicho; pues sí, porque lo es; con muchos clichés del género, como he leído en muchos sitios; pues también; demasiado alargada; desde luego, porque probablemente le sobre metraje… Todo esto se ha dicho de ella y todo es verdad. Pero para mí, por encima de todo, está la historia de ese padre que luchó con uñas y dientes (está basado en un hecho real) y de ese hijo, perdido en el abismo, intentándolo también. Dos seres que se quieren, pero se alejan cada vez más y más (cada vez que se dicen un “Everything”, que podríamos traducir como “por encima de todo” – que se quieren, por supuesto- , mi alma se hace añicos).

A mí, desde luego, me convenció, como también lo hicieron sus dos actores. Espléndido Chalamet (que va camino a convertirse en un grande en Hollywood) y espléndido Steve Carrel (comedido pero demoledor; veo su angustia y su sufrimiento en cada poro de su piel, en cada uno de sus mínimos gestos).

Una película irregular pero llena de realismo, muy recomendable para los amantes de los intensos dramas, de las historias paterno-filiales y de los duelos interpretativos, amén de los fans de los dos actores. Fui no muy convencido, pero salí absolutamente, llámenme sensible, conmovido. Más agria que dulce, pero, en definitiva, como en muchas ocasiones, por desgracia, también como la vida misa.

 

4 comentarios sobre “Sonrisas y lágrimas o lágrimas y sonrisas

  1. «Sonrisas y lágrimas», otro clásico del cine. 🙂
    Y como dijiste en el último programa de radio, Julie Andrews,
    premiada con el León de oro, en la próxima Mostra de Venecia!

    Anotadas las dos pelis que nos comentas, suenan bien!

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